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El difícil camino del emigrante

Hola a todos, 

Hoy quiero hablar un poco del camino que tenemos que recorrer y las dificultades que pasamos los que decidimos irnos de nuestro país. La vida de un emigrante no es fácil, aunque encuentres trabajo y logres tener una estabilidad económica, que es lo primero que todos buscamos, siempre te va a faltar algo: el calor de tu gente, la comida, la familia, los amigos, el clima…

Llegué España en 2012 a hacer un máster porque me habían dicho “que en España se vivía muy bien y había muchas oportunidades”. 

Desde la primera vez que fui a Buenos Aires me había quedado enamorada y me quería ir a vivir allí pero luego me cambió un poco la idea y empecé a pensar que quizás España me ofrecía mayores posibilidades y que “un máster de España valía más que uno de Argentina”. ¡Qué equivocada estaba! 

Cuando llegué a Valencia, el máster que yo iba a hacer lo cancelaron porque no había suficiente gente. La cosa empezaba mal. Al final, me cambié a ESIC que parecía mejor que el CEU

Al principio el vivir allí era relativamente agradable, todo era nuevo y la gente parecía medianamente normal. 

Luego todo se fue en picada. Los supuestos amigos que tenía resultaron ser falsos, el máster y la institución en la que estaba resultaron ser pésimos, uno de los compañeros con los que me tocó hacer el proyecto me hacía bullying sin parar y me di cuenta de que no había trabajo y lo que había, era muy parecido a la esclavitud.

Terminé el máster y volví a Venezuela a visitar a mi papá y sin saber que hacer con mi vida. Sentía que mi lugar ya no estaba en Venezuela donde ahora también era una extranjera y España había resultado ser una porquería. 

Un amigo que estaba muy bien en Perú me dijo que me fuera para allá y probara, pero equivocadamente decidí darle otra oportunidad a España. Volví y una profe del gimnasio me dijo que hiciera los cursos y que diera clases mientras conseguía trabajo de lo mío. En eso estuve un año, luego me fui a Italia a trabajar una temporada y volví a España en enero de 2015. 

Decidí comprar un apartamento y seguir buscando trabajo. Alquilé una habitación en Airbnb y con eso cubría casi todos mis gastos. Seguí dando clases y en julio ya conseguí un trabajo que parecía normal (esta historia la tienen en otro post).  

Llegué a un punto en el que ya estaba asqueada de todo: pésimos trabajos, país que no funciona, sanidad pública decadente y negligente, gente excesivamente maleducada e ignorante, etc.

Cuando emigramos, algo nos tiene que compensar y hacer que valga la pena quedarnos en ese país. Allí nunca hubo nada que me compensara. Al principio decía que la “seguridad” pero también te roban, también hay peligro. 

Un día puse mi apartamento en venta y le dije a mi novio que cuando lo vendiera me iba. Afortunadamente ese apartamento me dio dinero mientras lo tuve y con la venta, también gané.

Cuando lo vendí estaba a mitad de un tratamiento médico y no pude irme, pero seguí en la planificación mental de que apenas se acabara todo el tema de mi enfermedad, me iba. 

La gente a la que se lo comentaba se queda un poco en shock de que otra vez iba a emigrar y de que, habiendo tenido un apartamento propio libre de deudas en una buena zona de Valencia, lo haya vendido para hacer un nuevo camino. ¡Si! no quiero vivir quejándome y amargada el resto de mi vida. 

Tengo un amigo que de Venezuela se fue a Madrid y luego a México. Él estaba asqueado de España como yo y volvió a emigrar. Cuando le dije que yo también quería probar suerte en México, me hizo su exposición de pros y contras de vivir allí. Me dijo algo que me pareció super interesante: “Uno siempre busca un lugar como Venezuela”. Aunque sea una idea muy romántica y quizás absurda, es verdad. A mi me gustó mucho México porque me pareció que el mexicano tiene ese calor humano y esa simpatía que siempre ha caracterizado a los venezolanos. Aunque sea un error emigrar buscando otra Venezuela, es un error común. 

De hecho, una de las tantas cosas que odiaba de España era que la mayoría de las personas eran lo contrario que en Venezuela: maleducadas, egoístas, racistas, etc. Mi novio dice que tuve mala suerte con la gente que encontré. 

Un amigo que estaba en Huelva se se fue a Valencia mientras yo aún estaba por allí. Le dije que se preparara porque había que armarse de paciencia para soportar a la gente y el mal funcionamiento de todo. Él tenía muy claro que quería volver a Venezuela porque su esposa sigue allí trabajando para las Naciones Unidas.

Le dije que antes de hacer contratos y trámites me dijera porque yo se como son las cosas en España. Al final, lo hizo todo por su cuenta y le salió todo más caro. Cuando lo empecé a regañar, me dijo “que estaba cansado de pasar trabajo”.

Con esta frase entendí perfectamente que había vivido algo parecido a lo que yo viví. Mientras yo aprendí a pelear y a denunciarlo todo, él optó por hacer lo más fácil.

También hablábamos de lo imposible que es conseguir un trabajo medianamente normal en España y me dijo que “solo con el hecho de emigrar uno parece que se denigra”. Es verdad, en España da igual la experiencia o los títulos que tengas, el ser extranjero te convierte en un individuo de categoría inferior. 

Emigrar tiene cosas buenas y malas. Aunque vives siempre con la nostalgia de tu país, el camino que debemos recorrer deja un aprendizaje muy importante.

Aprendí a estar sola y a ser independiente, a defender mis derechos, que hay pocos amigos de verdad. Aprendí a no conformarme y a seguir buscando el mejor país. Sigo creyendo en emigrar y en ir probando paises hasta encontrar el indicado.

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