Hola a todos,
Teníamos planeado quedarnos varios días en Mazunte, pero la primera noche nos dijeron que nos teníamos que ir porque venía un huracán y no era seguro tenernos allí. Con lo difícil y largo que había sido llegar de Tuxtla a Mazunte con transporte público, ahora nos tocaba irnos.
Así que al día siguiente agarramos nuestras mochilas y dejamos el hotel. Nos montamos en un camión (como de los que vendían verdura en Venezuela) que nos dejó en la estación de autobús. Resulta que no había autobuses hasta la medianoche así que fuimos preguntando en los sitios donde había unas camioneticas más pequeñas y por 100 pesos cada uno, nos llevaban a Oaxaca.
Eso fue un camino como de 6 horas en medio de la tormenta por la montaña entre curvas y curvas. Diego dice que pasó bastante miedo.
Llegamos por la tarde a Oaxaca sin reserva y con algunos hoteles vistos. Fuimos preguntando y eran o muy caros o feos. De hecho, en el hotel que está en el zócalo, nos ofrecían una habitación a 900 pesos la noche, pero estaba muy viejo y no valía lo que cobraban. También coincidió que ese fin de semana había una conferencia en la ciudad y por eso todo estaba carísimo. Terminamos en un hostel con desayuno que estaba como a 30 min caminando del zócalo. Nos cobraron 600 pesos la noche que era caro considerando que era feísimo y que por 200 pesos en Palenque nos habíamos quedado en una habitación mucho mejor.
Como ya era de noche y estábamos reventados de caminar con las mochilas, más todas las horas de viaje, nos quedamos allí y a la mañana siguiente, buscaríamos otra cosa. Fue la primera vez en todo el viaje que Diego dijo que era una “mierda”, imagínense como estaba aquello.
Al día siguiente preguntamos en varios sitios y caímos en el Hotel Nacional, que era medio hotel de mala muerte, pero el chico de la recepción fue super simpático, nos hizo rebaja y nos enseñó la habitación sin ningún problema. Así que volvimos al hostal, buscamos nuestras cosas y las dejamos en el nuevo hotel.
Nos dijeron que Oaxaca ahora está muy de moda entre los mexicanos y que, sobre todo de Ciudad de México, van mucho a visitar. Con razón, es bellísima. A México fuimos también con la idea de ver como se vivía para un futuro cambio de residencia, y fue la primera vez, en todo el viaje, que Diego decía que se veía viviendo ahí.
Lo primero a destacar es que hay dos mercados super grandes donde te puedes encontrar todos los puesticos de comida que quieras. Nosotros estábamos al lado de uno de ellos. Por lo que, un día, en vez de almorzar en un restaurante, nos dedicamos a ir probando en todos los puesticos de comida que había. Diego se comió una hamburguesa con 3 tipos de queso, salchicha y otro montón de cosas. Algo parecido a lo que sería una “diabla” en Venezuela.
El zócalo es gigante y está lleno de vida. Hay de todo: restaurantes, gente cantando e incluso vimos como le pedían matrimonio a una chica con mariachis.
Hay muchísimos museos y galerías de arte, en su mayoría, gratis. El único en el que pagamos entrada fue en el Museo de las Culturas de Oaxaca. Es super importante y un “must” en esta ciudad por ser una de las construcciones virreinales más importantes de México y probablemente de toda América, debido a su monumentalidad, su valor artístico y a que fue un centro de evangelización y promoción cultural de este estado.
También tengo que destacar el museo de la filatelia que es precioso y gratis.
El Museo Casa de Juárez para mí no vale la pena. El recinto es muy pequeño, solo se visitan 3 o 4 habitaciones y hay pocas cosas. No te da la sensación de casa colonial ni de historia y resulta caro.
Visitamos también el Exconvento de Santa Catalina que ahora es un hotel. Puedes entrar tranquilamente y pasear, se conserva muy bien, aunque es una tristeza que ahora sea un hotel y no puedas disfrutarlo como era en sus inicios.
Aquí también nos encontramos el “all you can eat” más barato de la vida. Era un restaurante casero donde había solo locales y por 55 pesos comías todo lo que querías de salado y dulce. No había demasiada variedad, pero era comida mexicana casera con todas las de la ley.
Como visitamos en octubre, todo estaba con la decoración del “Día de Muertos” por lo que, a dónde mirabas había calaveritas coloridas y flores.
Lo que más nos gustó de Oaxaca es la tranquilidad que teníamos por la calle para pasear y a la vez llegar al Zócalo y encontrarlo lleno de gente con espectáculos de música por todos lados. Es una ciudad muy vivible y sin ser demasiado grande, te puedes ir a pie a todos los lugares.