Hola a todos,
De Playas del Coco a Santa Teresa era un camino larguísimo debido a lo mal conectado que está el país con el transporte público. Para no hacer la barbaridad que hicimos de Tortuguero a La Fortuna, decidimos pasar una noche en Puntarenas.
Reservamos un hotel que nos salía muy barato, aunque estaba lejos del puerto donde teníamos que agarrar el ferry. Llegamos al hotel y había un escándalo ya que un grupo de españoles borrachos estaba haciendo Karaoke.
Esperamos media hora para que nos dieran la habitación y cuando entramos, había un olor fortísimo a desinfectante y el piso todavía estaba mojado. Por lo que mi resfriado empeoró. Tuve que abrir todo, pero aquel olor no se iba; súmenle el escándalo de los españoles borrachos y que no paraba de llover, por lo que no nos podíamos ir a ningún sitio. Además, del otro lado de la habitación había niños maleducados gritando.
Decidimos salir a cenar aunque seguía lloviendo ya que el restaurante del hotel no tenía nada interesante y no queríamos comer con el karaoke reventándonos los oídos.
Agarramos el autobús y llegamos al pueblo de Puntarenas, aquello era horrible. Caminamos y caminamos buscando alguna soda para comer y lo único que había eran puestos de pollo frito.
Finalmente encontramos un restaurante medio normal. La sorpresa es que luego en la cuenta sumaban un 23% de impuestos, cosa que no habíamos visto en Costa Rica hasta el momento.
En un momento Diego se quedó mirando al infinito y dijo “Es que este sitio es deprimente, incita al alcoholismo”.
Fue una de las pocas veces en Costa Rica que sentimos miedo de que nos robaran, de lo feo y decadente que era aquel pueblo.
Al día siguiente, desayunamos y agarramos el primer autobús. Ahí nos encontramos a una señora que también iba a agarrar el ferry y nos dijo que fuéramos con ella.
Le comentamos que nos parecía absurdo que no hubiera un autobús directo hasta el puerto ni horarios compatibles con los del ferry. La señora dijo que teníamos razón, que los conductores de los autobuses eran unos vivos, pero que como era el único trabajo que había, se aprovechaban.
Esto corrobora mi teoría de que, en Costa Rica, la gente en vez de hacer que las cosas funcionen bien, cada uno se monta su mafia y aprovecha todo lo que puede.
La señora me dijo “Antes Costa Rica no era así, antes éramos más Pura Vida”. Según me comentó, la inmigración nicaragüense era un gran problema porque el gobierno les daba todo y a los ticos no les daba nada. «El gobierno les paga los estudios y se ponen a trabajar de recursos humanos para meter a los suyos en las empresas».
También me dijo indignada que a los nicaragüenses cuando los entrevistaban en la televisión, decían que los ticos no tienen huevos. “Si ellos tienen tantos huevos ¿Por qué no luchan en su país?” Afirmaba que la situación era tan grave que ya ni se podía hablar en la calle porque ya no se sabía quién era nicaragüense y quién no. Por lo que había que estar callado para no meterse en problemas.
Esta señora vivía en Puntarenas, pero era de Paquera donde todavía vivía su mamá en el campo. Ella le llevaba gallinas en una cajita ya que no podía tenerlas en su casa porque molestaban a los vecinos cuando cantaban.
Antes de que saliera el ferry, vimos que la señora se bajaba y no volvía a subir.
Diego con sus historias, dijo que quizás vendía droga y lo de ir a visitar a su mamá era una “tapadera”.
Partió el ferry y así dejamos atrás aquel lugar decadente.