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Bahía Drake, nuestro último destino de Costa Rica

Hola a todos, 

Desde Uvita y nos tocó agarrar un autobús al Palmar y luego taxi a Sierpe, desde donde iríamos en barco hasta Bahía Drake. Aquí lo curioso es que el autobús que va del Palmar a Sierpe no cuadra con los horarios del barco, por lo que te ves obligado a pagar 9000 colones de taxi en vez de 500 colones que te puede costar el bus.

En Sierpe, una vez más, te dicen el precio en dólares y luego hacen el cambio a colones que no es el actual, por lo que sales perjudicado. 

Allí mismo vimos un cocodrilo al sol, al lado de donde estaban los barcos. 

Después de una hora entre canales y manglares, llegamos a Bahía Drake. Resulta que no hay muelle, cosa que nadie tuvo la delicadeza de avisar, y tuvimos que quitarnos los zapatos para bajarnos entre ola y ola (lo que es peligroso porque el oleaje es bastante fuerte).

Allí nos esperaba un gordito, al que le faltaba la mitad de los dientes, que nos ayudó con una de las mochilas hasta el hotel que estaba en una montaña.

Nos hicieron el check-in y estuvieron una hora contándole a Diego sobre los tours que hacían. La habitación costó entre $25 por persona la noche y era un auténtico rancho, como casi todos los alojamientos en Costa Rica.

Los precios en los restaurantes eran más caros que en el resto de Costa Rica.

Esa misma tarde fuimos caminando a un río que estaba a 30 minutos. Era un sitio maravilloso y sin gente.

A la mañana siguiente salimos a hacer un trekking que es lo único gratuito que se puede hacer desde Bahía Drake. Nos fuimos caminando desde el hotel y durante la primera hora, te encuentras los hoteles que están más alejados del centro.

Nuestra meta era llegar a la Playa San Josecito que estaba a 3 horas caminando. 

Íbamos paseando tranquilamente entre la playa y el bosque. Muy despacio y atentos para ver animales. En una de las playas vimos un coco que caía de la palmera y cuando fui a buscarlo, encontré 5 en total. Colgamos las cosas en un árbol y Diego empezó a abrirlos a golpes contra una piedra.

Hicimos una taza con el mismo coco y una cucharilla con una rama.

Luego de 2h30, llegamos a una parte donde estaba un muchacho acampando. Se llamaba Michael y vivía en el pueblo que queda al inicio del recorrido. En su carpa tenía una cocina, cocos, plátanos verdes y también un pozo dónde ponía lo que pescaba.

Al lado de su carpa había un río bastante ancho. Le preguntamos cómo podíamos seguir el camino y nos dijo que había dos opciones:

  1. Hacer 10 minutos más de trekking y llamar con un silbato para que viniera un hombre y nos cruzara en su barco. Cobraba $3 por persona por pasar una distancia de dos metros.
  2. Cruzar el río caminando. 

Diego cruzó el río, pero el agua le llegaba hasta la cabeza y me daba miedo por si se mojaba la mochila. Teníamos una bolsa para meterla, pero aún así no me daba confianza. Seguimos caminando y llamamos al del barco para que nos cruzara, pero nadie vino. Por lo que decidimos quedarnos allí esperando a ver si bajaba la marea y podíamos cruzar caminando.

Vimos a una pareja que venía caminando con un perro y cruzaron como pensábamos hacerlo nosotros: con la mochila en la cabeza. El agua los cubrió por completo, se les mojó absolutamente todo y casi se los lleva el río. 

Cuando salieron el perro que iba con ellos, se quedó con nosotros. La muchacha me dijo que los había acompañado todo el camino desde el pueblo y que ahora estaba cansado. Decidimos llamarlo Josecito por la playa. Sobre él les contaré en el próximo post.

Decidimos regresar ya que iba a ser imposible pasar ese día. Nos despedimos de Michael, quién nos invitó un coco riquísimo y le dijimos que volveríamos al día siguiente más temprano.

El camino de regreso fue más difícil porque la marea estaba alta y las playas estaban totalmente cubiertas. El sendero estaba más mojado y lleno de barro que antes. Todos los tramos que a la ida hicimos por playa, tuvimos que hacerlos por bosque y era imposible no terminar lleno de barro.

Subimos al hotel a dejar las cosas y bajamos a la playa que queda en frente del pueblo. Allí nadie se baña porque el agua está marrón y super revuelta.

Al día siguiente volvimos a tomar el camino hacia la Playa San Josecito. Esta vez super rápidos y sin parar a hacer fotos. Quisimos hacer el camino solo por bosque, pero nos perdimos. Había carteles donde se señalizaba la dirección a una cascada, pero era evidente que por ahí no pasaba nadie hace mucho tiempo. También nos metimos por una parte de rocas ya que pensábamos que seguía el camino por allí, y casi nos matamos. 

Llegamos al río y afortunadamente el agua nos llegaba por las rodillas. Nos quitamos los zapatos, metimos la mochila en una bolsa por si acaso y cruzamos.

Llegamos a la Playa San Josecito y no había nadie. Pudimos hacer snorkeling porque el agua estaba cristalina.

Decidimos volver en lancha ya que estábamos muy cansados ($10 por persona). Justo cuando nos montamos en la lancha empezó a llover, por lo que fue muy acertado no regresar caminando. Lo que nos costaba 3h a través del bosque, costó 20 minutos bordeando la costa.

Bahía Drake es un lugar especial por su bosque húmedo casi virgen, pero como todos los lugares de Costa Rica, le falta infraestructura y que la gente que trabaja en turismo tenga vocación. Nuestro hotel, además de ser horrible y decadente, tenía unos dueños que daban mucho que desear. Solo fueron simpáticos los primeros 5 minutos para intentar vendernos tours, cuando se dieron cuenta de que no nos iban a sacar dinero, la cosa cambió.

La entrada al Parque Nacional Corcovado se debe hacer con guía obligatoriamente y por lo general, se va en barco hasta la entrada. Hay carreteras que llegan, pero nadie las recomienda por el mal estado en el que están. En todos los sitios que visitamos, las carreteras eran de tierra y estaban llenas de huecos, o sea que imagínense lo que será para ellos una carretera no transitable. 

El tour costaba en ese momento $90 por persona. Leímos que la gente se quedaba decepcionada porque hacían tres horas de barco para ir al parque nacional y no ver nada de fauna. Por eso decidimos no hacerlo. En cambio, disfrutamos de lugares en los que, la mayoría de los turistas ni remotamente se meten.

En definitiva, en Bahía Drake disfrutamos y vivimos el bosque húmedo en su máxima expresión, por nuestra cuenta, sin turistas y sin guías. Nos metimos en el verde más profundo, nos llenamos los zapatos de lodo, nos mojamos con la lluvia y sudamos la gota gorda. Nos encontramos animales que se quedaban extrañados de ver gente y los monos capuchinos casi nos linchan por tomarles muchas fotos.

Aquí les dejo el enlace a mi canal de YouTube:

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