Estando en Ciudad de México decidimos organizar un viaje a la playa porque me hacía falta mar y sol. Al principio pensé en ir a Sayulita, pero estuvimos investigando y las playas no se ven muy lindas.
Como la parte del Caribe es siempre mejor, decidimos ir a Progreso. Teníamos que agarrar un avión hasta Mérida, un autobús del aeropuerto al centro y finalmente, un autobús del centro hasta Progreso. Aun así, mucho menos traumático que los desplazamientos en Costa Rica. Salimos temprano de Ciudad de México y alrededor de las 10 y media ya estábamos desayunando en el mercado central de Progreso.
Progreso se localiza en el golfo de México al noroeste del estado, 36 km al norte de Mérida.
Reservamos en un hotel que estaba a 30 min caminando de la estación de autobuses y a 2 min de la playa. El hotel “Jose y Lety” parecía nuevo cuando hicimos la reserva. Llegamos y había un gentío en la piscina. Aquí también nos pusimos como nota mental que nunca más reservaríamos un hotel con piscina ya que por lo general, va a haber niños.
Nos quedamos en recepción haciendo presión para que nos dieran la habitación antes de la hora del checkin, nos cambiamos y nos fuimos a buscar un sitio para almorzar. Lo primero que notamos es que es mucho más caro que Mérida y Ciudad de México. Allí puedes encontrar una comida corrida por 50 o 65 pesos. En cambio, en Progreso no existe la comida corrida y solo un plato te costaba más de 100 pesos.
El primer día almorzamos en el mercado central, al lado de donde habíamos desayunado. Era un plato de 3 porciones de pescado fresco con una pequeña guarnición por 70 pesos (prácticamente el pescado solo).
Al salir del mercado, fuimos a comprar un coco frio y en la esquina opuesta empezaron a pelear unas mujeres borrachas que salieron de un bar. La gente no hizo absolutamente nada y la policía no apareció.
Esa tarde la pasamos en la playa tomando el sol y relajándonos. La idea de este viaje era descansar en vez de estar todo el día caminando y recorriendo como hacemos de normal.
La playa de Progreso es de arena blanca con conchitas y agua cristalina. Toda la orilla está llena de algas, como es común en la parte de México que toca el Caribe.
La playa es bonita, lo malo es que, como en muchos sitios de México, no se respeta la línea de playa y la gente se puede hacer sus casas y poner una pared para cortarse su pedazo de playa. Los restaurantes o “beach clubs” hacen lo mismo y ocupan la playa que debería ser de acceso y disfrute público. Además, estaba todo lleno de lanchas de pescadores. Por lo que, había poco espacio de arena para acostarte o caminar tranquilamente.
Tampoco podías pasear varios kilómetros por la playa ya que por un lado te cortada el camino el muelle y por el otro, te cortaban el camino las casas.
Queríamos ir a la reserva El Corchito que estaba a 30 minutos caminando desde nuestro hotel. La entrada cuesta 90 pesos e incluye el transporte de la lancha. Llegamos allí y estaba cerrado porque se habían inundado los caminos.
Pensamos en algo más para hacer cerca de Progreso. Nos encontramos a un señor que nos cobraba 200 pesos por persona para llevarnos a la Laguna Rosada y a las Ruinas de Xcambó. Lo pagamos porque cualquier otra opción, nos salía más cara.
Encontramos un restaurante maravilloso por TripAdvisor que se llama “Sol y Mar”,allí almorzamos y cenamos el resto de los días. Tenía bastante variedad y por 80 pesos te comías un plato gigante. Además, la atención y la cordialidad fueron maravillosas.
Fuimos caminando por la playa hacia el lado del muelle. Hay uno gigante que ahora es privado debido a que Fox lo concesionó, justo al lado está el “Muelle de Chocolate” que es un muelle más pequeño que está lleno de pescadores y de gaviotas volando por todos lados.
Caminamos por la playa, esta parte mucho mejor ya que no tienes las casas atravesadas. Aquí se han hecho las construcciones más atrás.
Al día siguiente intentamos entrar al Corchito de nuevo, pero aún estaba cerrado. Habíamos pensado alquilar un carro para ir a Las Coloradas y Cancunito, pero eran 6h en total para ir y volver por lo que al final desistí.
Así que pasamos todo el día en la playa descansando.
En la noche, como no queríamos caminar tanto al restaurante, nos comimos unas “tortas de pastor” en un puestico de la calle.
El último día en Progreso fue bien aprovechado porque a las 7AM ya estábamos en la playa. A mediodía recogimos nuestras cosas y nos fuimos a Mérida donde almorzamos en el “Trapiche”, el mismo restaurante en el que comimos el año pasado.
Como Diego desde que conoció México es amante de las paletas de helado, luego de almorzar nos compramos unas de coco para despedirnos de la ciudad.
Aquí les dejo el enlace a mi video de YouTube: