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En Roma con los hermanos Patroncini

Hola todos, 

En diciembre, cuando ya había terminado mi contrato de trabajo en Terni, me había organizado con mi papá para encontrarnos en Italia y recorrer las ciudades que aún no conocíamos. Justo en ese momento me comentó mi amigo Pablo que venía con su hermano de viaje a Europa.

Hacían una parada en Roma por lo que me organicé para estar allí cuando ellos llegaran y pasar esos días en la ciudad juntos.

Me quedé en un hostel porque no me quería gastar mucho dinero ya que luego estaría 15 días por Italia y mi papá no es de ir a hoteles baratos. Los Pantroncini se quedaron en un hotel mucho mejor, pero estábamos todos cerca de la estación de tren que no es una zona muy linda, pero práctica para hacer turismo.

Nos encontramos y empezamos el recorrido. Pablo tenía la idea de que yo iba a ser la guía turística porque ya había estado, pero el trabajo de guía se lo dejé a él. Me comentó que podíamos agarrar autobús o metro y yo le dije que no hacía falta, porque todo estaba cerca. La verdad es que para llegar a la parte donde empiezan las cosas de interés turístico era casi una hora caminando.

Por lo que todos los días era una hora de ir y otra de volver, más todo el día recorriendo y viendo cosas. 

En los sitios en los que yo ya había estado como El Coliseo y el Foro Romano, los esperaba afuera porque no iba a pagar otra vez la entrada. Ya me habían sacado mucha plata la primera vez que visité. Así aprovechaba también para tomar un poco de sol y ver a los turistas tomándose sus fotos. 

Nos dio por grabar videos chistosos, que hoy en día siguen en mi canal de YouTube, por lo que íbamos por todos lados muriéndonos de risa.

Sin saber por qué, los días que estuvimos en Roma siempre pasamos por el Vaticano y aprovechábamos para usar el baño.

También empezamos a cruzar las calles por donde nos daba la gana y nos poníamos a pelear con todos los conductores. 

Yo quería salir todos los días del hotel a las 8am para aprovechar el día y los Pantroncini negociaron salir a las 9am. Como el desayuno de su hotel era mejor que el mío, Pablo se robaba los potecitos de Nutella y me los regalaba. 

Algo que me dio mucha risa y de lo que me acordaré siempre es que entramos a la Basílica de San Pedro, yo me quedé extrañada de cómo Pablo y Marce se hacían la señal de la cruz. Pablo me preguntó “Mamu ¿vos no creés en Dios?” y Yo le respondí “Yo me cago en Dios”. Fue uno de esos momentos típicos de película en el que se hace el silencio absoluto. Lo recuerdo siempre como un momento épico del viaje. 

Una noche fuimos a un restaurante “All you can eat” de pizza que yo había encontrado por internet. Quedaba como a una hora caminando por una zona fea. Marce dijo que en Buenos Aires era inimaginable ir caminando a esa hora por un lugar así. Creo que en Roma tampoco lo hace nadie, porque éramos los únicos. 

El último día acompañé a los chicos a comprarse camisas y les dije que nos buscáramos pulseras iguales para llevarlas siempre como recuerdo de esos días de turismo. Marce no sé como hizo que a la primera que se la intentó poner, la rompió. Volvimos muertos de risa a pedir que nos cambiaran la pulsera.

Imagínense cómo teníamos las piernas luego de todos esos días caminando sin descanso. Marce en un momento se paró en la calle y se subió el pantalón para que le entrara frio en las piernas y no le dolieran tanto. Imagínense esa imagen de un tipo con las piernas al aire con el frio que hace en Roma en diciembre.

Marce dijo que en 5 días habíamos caminado como 300 kilómetros y todas las noches contaba que estaba tan cansado que iba a llegar a hacerle el amor a su cama. 

También era super gracioso que íbamos todo el tiempo conversando y riéndonos, pero cuando a los Patroncini les entraba el hambre, se quedaban mudos. Era la señal para empezar a buscar restaurante.

Si esos días no habían sido ya suficiente locura, el último fue cerrar con broche de oro ya que íbamos por la calle cantando todas las canciones que nos sabíamos de Damas Gratis, sobre todo la de “Laura se te ve la tanga”. Por la noche, Marce se puso su gorrito de Santa Claus e iba por todos lados deseándole “Buon Natale” a la gente.

Fueron 5 días geniales en los que nos reímos sin parar y los Patroncini sobrevivieron a mis caminatas. 

Luego, ellos siguieron su recorrido por Europa y yo esperé a mi papá para seguir por Italia. 

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