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Nuestro hotel de Bacalar y la linda experiencia de conocer a Héctor

Hola a todos, 

La primera vez que estuvimos en México, fuimos de Tulum a Bacalar. Teníamos planeado pasar una noche ya que ahí solo íbamos a ver la Laguna De Los Siete Colores

En ese mes que estuvimos recorriendo el país, como era temporada baja, seleccionábamos unos cuantos hoteles que estuvieran relativamente cerca, luego íbamos a verlos personalmente. Además, de esta forma nos ahorrábamos los impuestos. Salvo algunas excepciones, así es como nos salía más barato. 

Llegamos en autobús a Bacalar. Nos dejó en una carretera y aquello parecía tierra de nadie. 

Habíamos seleccionado hoteles que no estuvieran pegados a la laguna porque nos había parecido por las fotos que estaba todo masificado.

Comenzamos a caminar y la primera opción que teníamos para ver era el Hotel Ek’Balam. Cuando llegamos, ustedes no se imaginan la risa. Desde afuera era evidente que aquello no estaba terminado y las puertas eran de tablas.

Entramos a preguntar y en la recepción estaba un señor muy mayor. La chica que estaba limpiando nos mostró la habitación ya que él no podía caminar muy bien y mucho menos subir escaleras. Estaba nueva e impecable.

El señor llamó a su esposa y como estaba medio sordo, tenía el volumen del teléfono altísimo y escuchamos toda la conversación. La mujer le dijo que aceptara la reserva porque les hacía falta el dinero, que nos dijera 650 pesos y que lo bajara a 600 si nosotros regateábamos. 

Dejamos nuestras cosas en la habitación con un calor de morir y sin posibilidad de poner el aire acondicionado porque no había luz en todo Bacalar. 

Fuimos a la laguna que estaba a 25 minutos caminando. 

Pasamos la tarde recorriendo el centro y los diferentes accesos públicos que había. Luego compramos para hacernos una ensalada (ya estábamos un poco cansados de tantos tacos). 

Llegamos y ya se había ido la chica que nos había enseñado la habitación. 

No encendía el aire acondicionado y estuvimos un rato para poder encontrar el problema con Héctor quien desde abajo nos iba indicando qué interruptores mover para la electricidad. 

Nos sentamos a cenar con él.

Héctor nos contó que con su esposa habían vivido siempre en Ciudad de México y que se habían mudado a Bacalar ahora que estaban jubilados para hacer ese hotel, que había sido su sueño de toda la vida. El proyecto se les había quedado a medias porque se les había acabado el dinero y en ese momento su esposa estaba en Ciudad de México vendiendo su apartamento para poder terminar la construcción.

Decía que era muy difícil trabajar con los mexicanos porque eran muy flojos, que hacían el horario que les daba la gana y trabajaban muy lento. Héctor había diseñado el hotel porque era arquitecto, pero nos enseñó que los obreros habían dejado todo mal hecho.

Cuando era joven recorrió muchos países por trabajo, había vivido en África y en Venezuela. 

Cuando le dijimos que íbamos a Calakmul, nos dijo que era bellísimo y que nos lo recomendaba mucho. Nos contó la diferencia entre esa selva y la de Guatemala, donde también había estado. 

Héctor recordaba con nostalgia cómo era Bacalar antes, cuando no estaba rodeado y abarrotado de hoteles. Nos contaba que antes había incluso manatíes pero que, con tanto turismo y contaminación, muchas especies habían desaparecido. 

Terminamos de cenar y nos fuimos a la habitación. Estábamos alucinados de que íbamos a dormir en un hotel que no tenía ni puertas y donde no había nadie, solo Héctor y nosotros. 

A la mañana siguiente desayunamos, nos despedimos de Héctor y fuimos a agarrar nuestro autobús para Xpujil

Siempre nos acordamos de él y de su hotel, por lo que he visto en internet, parece que ya lo terminaron y está en funcionamiento. 

Aquí les dejo el enlace para que lo vean:

https://www.google.com/travel/hotels/entity/CgoIqMa998Lr5v4MEAE

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