Hola a todos,
Durante meses he estado con esta idea en la cabeza de escribir sobre “la parásita”, como comúnmente llamamos a la pareja de mi papá. Luego de estar más de 20 años luchando contra un monstruo que le ha sacado el dinero y ha logrado su cometido final que era alejarlo de mí, escribir este post es una especie de terapia.
Cuando era pequeña, no me acuerdo cuantos años tenía, pero seguro menos de 5, mi mamá decidió divorciarse porque según sus propias palabras “se sentía como un mueble más en la casa”.
Nos fuimos a vivir a casa de mi abuela hasta que ella consiguiera un lugar propio para vivir. En esa época, la abogada le dijo que podía quitarle todo a mi papá, pero ella decidió no pelear, simplemente se quedó conmigo y se fue.
Por lo que, a partir de allí, yo pasaba los fines de semana con mi papá y la semana con mi mamá. Me acuerdo que desde el primer momento había que pasar todos los fines de semana con esta “amiga” que él tenía, para ir a almorzar, a la playa, al cine, para todo.
Imagínense que yo era pequeña y le contaba a mi mamá el fastidio que me daba tener a esta “amiga” y a sus dos hijas atravesadas todo el fin de semana. Mi mamá, que siempre fue muy clara y directa conmigo, me dijo que aquella mujer no era ninguna amiga sino su novia, que lo asumiera para que luego no sufriera más adelante.
Los fines de semana y las vacaciones se convirtieron en momentos en los que no compartía con mi papá ya que me tenía que aguantar a tres completas extrañas. También me di cuenta de que él siempre lo pagaba todo y no había un momento en el que aquella mujer sacara la cartera para algo.
También me tocaba ir obligada a la casa de esta mujer que vivía con toda la familia hacinada en un apartamento bien pequeño. Aquella casa era una mezcla de desastre, suciedad y cucarachas. Yo no entendía como mi papá, siendo tan obsesivo con la limpieza y el orden, tan perfeccionista y meticuloso, se podía haber mezclado con aquella gente.
Mis abuelos, que en esa época estaban vivos, sufrieron muchísimo la separación de mis padres ya que no podían entender como mi papá había dejado ir a tan buena mujer. Mi abuelo Gastone nunca le dirigió la palabra a la nueva pareja de mi papá y siempre le decía que cómo se le había ocurrido ligarse con semejante gentuza. Mi abuela, de frente la trataba bien y apenas se iba, empezaba también a decirle de todo.La palabra que siempre usaban mis abuelos hacia ella: «La Puttana».
Además de que tenía que soportar a aquel trío durante todo el tiempo que se suponía que era para compartir con mi papá, empezamos también a viajar con ellas, quienes demostraban siempre su poca higiene, su mala educación y, sobre todo, una ignorancia abrumadora. Imagínense que si yo dejaba algo sucio a mi papá le daba algo, en cambio a las otras no les decía nada.
También las hijas de la novia empezaron a decirle “viejo borracho” a mi papá ¿En serio? Le sacaban la plata y para colmo lo insultaban. Esto se lo decía yo a mi padre bien molesta y él hacía como si no fuera nada. Increíble.
Adicionalmente me di cuenta de que esta mujer que le sacaba todo lo que podía a mi papá iba diciéndole a todo el mundo que era ella la que pagaba todo y la que tenía que estar prestándole dinero para que él pudiera comer. Además, se cansaba de decir que era un viejo imbécil y que la tenía harta.
Aquí tengo que acotarles que esta mujer tiene exactamente la misma edad de mi papá. Físicamente siempre fue muy fea, tenía un mal aliento que te mataba y caspa por montones. O sea que ni siquiera se puede decir “se buscó una chica bella de 20 años que le saca la plata”, ni siquiera eso.
Mi mamá se quedaba consternada de las cosas que yo le contaba y de que mi papá fuera tan increíblemente estúpido y masoquista de aguantarse eso. Ya en aquella época mi mamá me decía “Juan no es el hombre con el que yo me casé”. Para colmo, “la parásita” llamaba a mi mamá por teléfono para contarle todos los regalos que supuestamente le daba mi papá y que el año siguiente se iban a casar y nos íbamos a vivir todos juntos. Todos los años contaba la misma historia.
Una vez revisando la cómoda de mi papá me encontré unas cartas que le escribía “la parásita”. En todas aquellas cartas decía que ella lloraba mucho y que “su hija” (yo) era una manipuladora y que él hacía todo lo que yo le mandaba; también se lamentaba de la buena relación que tenía mi papá con mi mamá y que ojalá a ella la trataran así.
O sea que esta mujer de cara al mundo era la que tenía una relación con un “viejo borracho” que le daba asco y al que tenía que mantener, pero a mi papá iba llorándole y dándole lástima. También en todas esas cartas vivía diciendo que «la relación pronto se iba a acabar», pero ahí seguía pegada como una sanguijuela.
Así fueron pasando los años y el comportamiento era el mismo. A mí se me arruinó la infancia teniendo que estar con esa gente, se me arruinaron las vacaciones y el precioso tiempo que tenía que haber compartido con mi papá.
Para quinto grado me fui a vivir con él porque en Caracas había mejores colegios que donde vivía mi mamá o esa era la idea que él y la parásita me metieron en la cabeza.
Por lo que a partir de allí pasaba la semana con él y el fin de semana con mi mamá, o sea que ahora a la parásita la tenía que ver más días porque iba su chofer (mi papá), la buscaba y me la traía a la casa toda la tarde. ¡Qué pesadilla! Menos mal que un día le dije que si esa mujer no quería a sus hijas porque siempre estaba metida en mi casa; afortunadamente a partir de allí no tuve que verla más durante la semana.
Luego él se compró un apartamento en la playa del que instantáneamente se apoderó la parásita, metió a toda su familia y amigos allí, y le dijo a todo el mundo que ese apartamento era de ella. Mi papá no hizo absolutamente nada. Cuando yo quería ir y llevar a mis amigos, todo era un problema. Tanto malestar me generó con aquel maldito apartamento que decidí no ir nunca más.
También la relación con mi papá fue empeorando cada vez más porque aquella mujer le metía ideas extrañas en la cabeza, lo tenía de chofer para arriba y para abajo por lo que cuando yo necesitaba que me llevaran a algún sitio, mi papá brillaba por su ausencia. Si íbamos a algún sitio tenía que ser con esa gente por lo que también dejé de salir con mi papá.
Mientras mi mamá fue siempre la mujer más maravillosa del mundo, la mejor madre y la mejor amiga, la que me enseñó las cosas que necesitaba saber en la vida, la que mandaba a los novios bien lejos si se atrevían a hacer un mal comentario sobre mí, la que era incondicional así nos peleáramos (y peleábamos bastante); mi papá, por la otra parte, se encargó de convertirse en un extraño en mi vida, al que veía en la mañana cuando me iba al colegio y por la noche cuando me iba a dormir, porque siempre estaba haciendo su labor de chofer con la parásita y sus hijas, y el fin de semana se iba a la playa con su nueva familia.
Imagínense que una vez necesitaba que me fuera a buscar al gimnasio en la noche y como de costumbre estaba ocupado llevando a la parásita del trabajo a su casa; yo no iba a esperar más de una hora a que se apareciera por lo que me tuve que ir en metro. Llegando al edificio vinieron dos tipos a robarme con pistola en la cabeza y todo, no me mataron de milagro. Mi papá de esto se inventó una realidad paralela en su cabeza en la que “yo decidí irme en metro porque me peleé con el que en ese entonces era mi novio”.
Para él, yo era la amargada, la que estaba equivocada, la que odiaba al mundo, la que no tenía amigos. La culpa era mía porque «tenía un carácter muy fuerte»
Ustedes piensen que esta mujer es alguien que está muy enferma, psicológicamente hablando, es mitómana, manipuladora y muchas cosas más. Pero al final, es mi papá quién le permitió llegar hasta donde ha llegado, le permitió que hablara mal de mí, que hablara mal de mi mamá incluso después de haber muerto, que hable mal de él que le paga los viajes y todos sus caprichos. De hecho, las pocas veces que fueron los amigos de mi papá al apartamento de la playa, aquella mujer hizo tales escándalos que ya nunca fue más nadie.
Decidí ir a España a hacer un máster en gran parte porque no soportaba vivir con mi papá; aunque ellos dos vivían separados, aquella mujer desde la distancia siempre lograba arruinar y empeorar cada día nuestra relación. Estaba tan asqueada de estar allí que pensé en irme fuera, establecerme y llevarme a mi mamá a vivir conmigo.
Antes de irme a España en 2012, descubrí que en 2008 mi papá se había casado a escondidas con la parásita. O sea, que llevaban más de 4 años “casados” y mi papá viviendo conmigo y ella viviendo como siempre arrimada en casa de sus hermanas. ¿Para qué se casó entonces? Para asegurarse las propiedades y el dinero que pudiera tener mi papá. Obvio.
Esto fue un shock para mi mamá y para mí que no nos podíamos creer tanta mentira y que mi papá pudiera ser tan increíblemente estúpido. Definitivamente era una persona completamente diferente a la que nosotras habíamos conocido.
Por lo que me fui de Venezuela loca por salir de esa situación rara y enfermiza. Lamentablemente mi mamá murió a los meses de estar en España. Mi papá fue a Valencia para supuestamente “estar conmigo” pero estuvo dos semanas pegado al celular porque resulta que la parásita lo tenía ocupado pidiéndole las cosas que quería que le comprara.
Ese diciembre de 2013 decidí volver a mi país porque necesitaba el apoyo de mi papá. Tenía un año que no hablaba con nadie ni salía prácticamente de la casa. Como mi llegada significaba que la parásita debía desaparecer, no estaba físicamente, pero sí escribiéndole a mi papá y llamándolo todos los días.
Un día se me ocurrió agarrar el celular y leer los WhatsApps y lo que encontré fueron millones de mensajes diciendo que ella estaba sola llorando, que se quería suicidar, lamentándose por no poder ir al apartamento de la playa y cómo no, pidiendo transferencias bancarias. No crean ustedes que ese mes que estuve allí no le iba a sacar dinero.
Mi papá se convirtió en un completo zombi, casi ni comía y estaba día y noche pegado al celular. Me prohibió a mí ir al apartamento de la playa para que fuera ella sola, quien a pesar de “estar llorando sola” en donde vive, en el apartamento de la playa ya no lloraba. Además de esto, un día discutiendo me dijo “que yo era muy mala y hacía llorar a la pobre mujer”.
También me dijo que “ya no compartía con nadie porque todos eran unos chismosos que hablaban mal de su esposa”.
Ahí entendí que aquel hombre era cualquier cosa, quizás un extraterrestre, pero no mi papá. El resto de los días que me quedaban en Caracas me tuve que ir a casa de mi amiga porque estar en aquella casa con él era deprimente. Entendí también que la parásita habría logrado su cometido: aislar totalmente a mi papá, de sus amigos y de su hija.
Volví a España y ya casi ni le dirigía la palabra a mi papá, le di otras oportunidades de pasar vacaciones juntos con la esperanza de que cambiara, pero solo logré arruinarnos las vacaciones a mi novio y a mí. De hecho, le compré un pasaje para ir a Vietnam y fueron 600 euros que perdí porque no le dio la gana de venir (será que no le dieron permiso).
Mi papá se ha convertido en un mitómano y en un completo extraño. Una persona que ahora también vive en una realidad paralela. Además, perdió a sus amigos de toda la vida y se relaciona con muy mala gente, que son los amigos de la parásita y sus hijas, por lo que también se le metieron en casa y lo robaron. Tuve que pedirle a mi amiga que fuera a sacar de mi habitación el resto de las cosas que quedaban y se las llevara a su casa, para por lo menos tener seguras las cosas que me quedan en Venezuela y que tiene un valor sentimental.
La relación con mi papá es menos que inexistente. Muchos médicos me recomendaron que por mi bienestar psicológico cerrara ese capítulo ya que era claro que él no iba a cambiar.
Evito hablar con él, pero las pocas veces que lo hago, es como si hablara con la parásita. A pesar de la difícil situación por la que pasa Venezuela y de que su empresa cerró y ya no tiene trabajo, él se sigue gastando cantidades absurdas en pagarle viajes porque si no lo hace, ella empieza a decir que se quiere morir. La última vez que estuvo de viaje se gastó una fortuna en dos semanas.
Imagínense para colmo de los colmos, que durante dos años pasé por una enfermedad de la que pensé que no iba a salir viva y a mi papá le dio exactamente igual. Pasé por quirófano innumerable cantidad de veces ¿Qué hizo él? Absolutamente nada.
Después de haber pasado la muerte de mi mamá sola, después de haber sufrido una enfermedad terrible sola, decidí que se acabó el seguir padeciendo por alguien que ya ni siquiera se merece que lo llamen “padre” porque hace más de 20 años que dejó de ser tal cosa.
Siempre me acuerdo de que mi mamá me decía que, si alguno de los dos debía morir, prefería morirse ella porque sabía que mi papá me cuidaría mejor. ¡Qué equivocada estabas mamá!
Hoy es como si no estuvieran ninguno de los dos, pero tengo siempre presente a mi mamá, esa mujer arrecha que me dio todo lo que pudo, que me enseñó las cosas más importantes de la vida, esa amiga y confidente incondicional con la que lloraba de risa siempre, ese ser humano extremadamente bueno para este mundo.
Una novela literalmente
Coye sí. De terror
A veces no hay nada mas tóxico que la familia. Pero a uno siempre lo educan con la mentalidad de que la familia es la familia y no importa lo que pase uno siempre tiene que estar ahi. Hace falta que uno ponga mar y tierra de por medio, para poner las cosas en perspectiva y darse cuenta que a veces la familia no es lo mas sano. Uno ya sufrió suficiente y ahora que te diste que cuenta que la decision esta en tus manos, se feliz como mejor te parezca y el que esté que esté y el que no esté, la verdad que no hace falta.
Holiii! Amé tu comment. Totalmente de acuerdo. Y con esa educación equivocada que le dan a uno, se pierden muchos años metida en esa espiral de toxicidad. Menos mal que uno en algún momento aprende a que eso no es ni sano ni la felicidad y agarra su camino solita.