Hola a todos,
En octubre 2019 salió una promoción con Ryanair para comprar vuelos baratos dentro de Europa para enero 2020. Cuando fuimos a ver, ya casi todo estaba agotado. Decidimos ir a Viena a pesar de que sabíamos que iba a hacer muchísimo frío.
Llegamos al aeropuerto y aquello ya era tan diferente a Valencia. Fuimos a las máquinas a comprar el ticket del tren para ir al centro y había una chica ayudando a la gente con inglés perfecto, comenzaba bien la cosa. Tren y metro, ambos impecables y rápidos. Tardamos menos de 30 minutos en llegar a nuestro hotel. Salimos de la estación y lo primero que noté fue la limpieza, las calles estaban impecables. Quizás para un alemán o un inglés Viena es más de lo mismo, pero para mí, luego de vivir en España, la diferencia es abismal.
Nuestro hotel estaba cerca del metro. El Hotel Kolping es un complejo gigante que también funciona como residencia de estudiantes.
Almorzamos en un restaurante asiático que estaba cerca del hotel y tenía un menú vegano por 4 euros. Toda la zona alrededor de nuestro hotel estaba llena de restaurantes asiáticos.
Como a las 15:30h emprendimos el camino hacia el centro y ya se estaba empezando a ir el poco sol que había. Estuvimos caminando y ya a las 16:30h, era de noche. Cuando llegamos al hotel estábamos agotados del frío y a Diego era como si le dieran un garrotazo, porque enseguida le daba sueño.
Me pasé todo ese primer día diciendo que hacía demasiado frío. De hecho, la cara se me empezó a pelar completamente de tanto frío.
Al día siguiente desayunamos super temprano, nos abrigamos al máximo posible y nos fuimos a conocer el centro siguiendo el itinerario que había hecho Diego. Hacía un solecito agradable y ya se veía más gente.
El centro de la ciudad es precioso y super limpio; además, las calles son muy amplias. No tienes las típicas callecitas más pequeñas que sí hay en otras ciudades.
En Viena los museos no son gratuitos y en casi todos la entrada cuesta 16 euros.
También fuimos a ver uno de los canales del Danubio y me paré a tomarme fotos en una pared llena de graffiti, allí un hombre que tenía pinta de loco se quedó justo al lado viéndonos y luego vino detrás de nosotros hasta que subimos las escaleras y nos salimos del canal. Íbamos diciendo que era asesino en serie y ya nos había fichado como próximas víctimas.
Me pareció curioso que allí los bares hacen como especie de playas en verano.
En Viena hicimos como en Londres, almorzábamos a las 12h y cenábamos entre 18h y 19h, que es lo que yo hago de normal en mi casa, pero que en España sería imposible si vas a un restaurante porque se come tardísimo. Además, la comida me pareció muy barata y, por ejemplo, un plato gigante en el restaurante asiático costaba entre 6 y 7 euros. Los restaurantes típicos no eran mucho más caros.
El tercer día hizo bastante más frío que los dos anteriores y fue así como “vamos a ver en qué museo nos metemos porque no se puede estar en la calle”. Menos mal que ese día nos tocaba la visita a Belvedere y estuvimos adentro unas cuantas horas viendo cuadros y esculturas.
Cuando voy a lugares de mucho frío, no sé por qué me pasa que cuando entro a los museos con el calor me da mucho sueño, al límite que se me cierran los ojos caminando. Por lo que tengo que sentarme y dormir 5 minutos para poder seguir.
Esa noche habíamos reservado para ir a la ópera y nos quedaba a 45 minutos caminando. Un reto con aquellas temperaturas. De camino vimos la pista de hielo que ponen en la plaza frente al Rathaus. Había un ambiente precioso y estaba lleno de locales.
Esa noche cenamos en un restaurante pakistaní “all you can eat” en dónde pagabas lo que quisieras. Nosotros dejamos 10 euros por persona ya que comimos dos platos cada uno y postre.
Visitamos también el Naschmarkt y otros sitios que estaban más lejos. A pesar de no ser la mejor época porque está todo muy gris, me gustaba ese look de película de terror que tenían muchos sitios. Visitamos el Stadtpark y cruzamos el Danubio para ir a ver el Donau Park; todo estaba lleno de neblina.
Agarramos un autobús para ir a Bratislava que está a dos horas. El ticket nos costó 5 euros y el bus era un espectáculo de nuevo y limpio, además tenías café gratis durante el viaje.
El último día, como teníamos el vuelo por la tarde, aprovechamos para ir temprano al Schönbrunn que es otro palacio enorme del estilo del Belvedere. Este me gustó más porque los jardines eran gigantes y estaba todo más verde.
Viena me encantó porque todo está impecable y los servicios funcionan. La gente es educada y maravillosamente cívica. Casi todo el mundo habla inglés y aunque no lo tengan perfeccionado, se esfuerzan por explicarte las cosas.
Lo que más me gustó y me tenía completamente enamorada, es que la gente sabe hablar sin gritar. Mientras en España es un escándalo porque no saben expresarse sin gritar, caminar por las calles de Viena era un absoluto placer, ni escuchabas a la gente que tenías alrededor. Además, los autos no hacían nada de ruido.
Otra cosa positiva es que en todos los restaurantes hay muchas opciones veganas y vegetarianas, lo que habla muy bien de la mentalidad de los austriacos.
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