Hola a todos,
Nuestro último día entero lo aprovechamos para ir a Bratislava. El viaje en autobús nos costó 5 euros por trayecto. El autobús estaba super nuevo y limpio.
Llegamos a Bratislava y bajamos justo al lado del río. El susto fue ver todo cubierto de nieve. Estaba precioso, pero lo que nos asustó fue pensar en el frío que íbamos a pasar durante el día.
Comenzamos el recorrido en dirección al centro y todo se veía impecable. Alrededor de las 10h no había nadie por las calles. La ciudad es conocida por su cultura de bares al aire libre, pero eso es más hacia el verano.
Por sus calles de guijarro fuimos hasta Michael’s Gate que es la única puerta medieval que queda en Bratislava. Debajo de la torre, está el punto kilométrico cero de Eslovaquia que muestra las distancias de allí a otras ciudades.
Aquí si hay calles más estrechas y muchas que aún conservan el estilo medieval, la más conocida es la calle Kapitulska.
Fuimos entrando a las iglesias que nos encontramos por el camino y allí estaban todos los locales, en la misa. Era domingo. Los únicos que andábamos por la calle éramos los pocos turistas que habíamos ido en el autobús.
Bratislava te da más la sensación de estar en una ciudad antigua que Viena y lo que me pareció más curioso es que para una ciudad tan pequeña, tiene un montón de estatuas, cada una con su historia. La más famosa es la del Čumil que se instaló en 1997 como parte de un esfuerzo por mejorar el look de la ciudad que había estado siempre marcada por la arquitectura y decoración comunista.
Me gustó mucho La Catedral St. Martin o Obrazáreň pri Dóme (su nombre en eslovaco) que es una iglesia abandonada. En el 2000 una asociación empezó a reemplazar las ventanas por dibujos de las escuelas locales. Después de varios años estas imágenes fueron destruidas por los cambios del clima y en 2015 volvieron a reemplazarlas, esas son las imágenes que vemos hoy en día.
Luego de recorrer todo el centro, paramos a almorzar en un lugar que se llama “RE:FRESH Music Club & Restaurant” y entramos porque había un cartel afuera que decía que eran bienvenidos tanto veganos como amantes de la carne. La camarera tenía un acento hermoso, me recordó a la película de Van Helsing. El menú era genial porque te marcaba con símbolos lo que era vegano y lo que era especialidad eslovaca.
Después de almorzar fuimos a ver el Castillo de Bratislava. La entrada cuesta 16 euros y lo renovaron hace poco. Desde la montaña en la que está tienes una vista super linda de la ciudad.
El Castillo por dentro está prácticamente vacío y lo que hay, no vale la pena. Es mejor verlo desde afuera y disfrutar de las vistas de la ciudad.
Una cosa que me llamó mucho la atención es que cuando fui al baño, había papeles en el piso ya que el dispensador no funcionaba bien; si intentabas agarrar uno, se caía un montón. Yo le pasé por el lado ya que no había sido yo la que los había tirado. Pero una chica que fue al baño, a la salida recogió todos los papeles y los botó en la basura. Esto da mucho que pensar del civismo y la educación de la gente de este lado de Europa.
Por último, ya de noche, fuimos a ver la iglesia de St. Elizabeth, comúnmente llamada iglesia azul. Está a 15 minutos caminando del casco histórico de Bratislava y no se parece en nada al resto de la arquitectura de la ciudad. Fue construida durante el siglo XX y tiene un estilo modernista húngaro.
Antes de irnos a la estación de autobuses pasamos por el Lidl. Compramos cafés de la máquina; en Viena costaba un euro el café y aquí 0.50. Así, con nuestras manos calentitas del café, nos fuimos agarrar el autobús.
Esta ciudad me encantó. Es bellísima y su arquitectura te hace viajar en el tiempo. Destaco, al igual que en Viena, la educación y el civismo de la gente.
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