Hola a todos,
Desde Ölüdeniz nos organizamos para ir a visitar Pamukkale. La idea era ir con un amigo turco de Diego que en ese momento estaba en Denizli.
Alquilamos un auto por 50 euros para dos días. De Ölüdeniz a Denizli son 3 horas en auto. Al principio pensamos ir en transporte público, pero se nos alargaba el viaje como a 6 horas.
Salimos a las 7am de la casa y por la carretera llegando a Denizli estaba lleno de puestos donde vendían melones. Nos paramos a comprar y no hablaban inglés, pero nos entendimos. Diego le dejó el cambio que era como 10 céntimos de euro y la señora luego vino corriendo para darle otro melón pequeño. Morí de amor.
Llegamos a Pamukkale y me quedé extrañada porque no era para nada lo que me esperaba.
Pamukkale es una zona natural que se encuentra en el valle del río Menderes. Los movimientos tectónicos que ocurrieron en la falla de la cuenca de este río causaron fuertes terremotos y a su vez, la aparición de numerosas fuentes de aguas termales. Fueron esas aguas con alto contenido en minerales (bicarbonatos y calcio) las que crearon Pamukkale. Así, se producen gruesas capas blancas de piedra caliza y travertino que forman cascadas por la ladera de la montaña, lo que da la sensación de estar ante una catarata congelada.
Desde el auto se ve un lado de la montaña todo blanco. La entrada costó 100 TL que en ese momento al cambio fueron 10 euros. La entrada incluye Pamukkale, Hierápolis, el museo y Laodikeia.
Hay que quitarse los zapatos para no dañar la superficie y si quieres te puedes dejar las medias.
Nos llevamos trajes de baño en la mochila, pero los vestuarios estaban en la parte de arriba de la montaña, por lo que al final nos cambiamos tapándonos con una toalla al lado de una piscina vacía.
Imagínense que era final de octubre y hacía más de 30 grados; además con todo blanco, terminé achicharrada.
Me lo imaginaba muy distinto, pensaba que era una cosa infinita de piscinas ondas en las que uno podía nadar y hundirse por completo. Nada que ver. Hay muchas piscinas que están cerradas porque están vacías y en la parte que se puede visitar, hay unas piscinas vacías y otras llenas.
El agua te llega como mucho, hasta las rodillas, por lo que nadar no es una opción. Además, el fondo es como de arena y se revuelve todo cuando empiezas a caminar.
Nos hicimos la sesión de fotos y medio nos remojamos en la que estaba mejor.
Hay un autobús que te deja en la punta de la montaña y la mayoría de los turistas hacen eso, no suben caminando; por lo que las dos primeras piscinas de arriba para abajo están llenas de gente. Si ahora estaba lleno, no me puedo imaginar en temporada alta.
Etem nos dijo que la gente de allí suele visitar Pamukkale para ver el atardecer, sobre todo porque a mediodía el calor es insoportable.
Estando arriba se puede apreciar que la gran mayoría de piscinas están vacías y cerradas para que la gente ni siquiera camine por encima. Etem nos contó que hace tiempo se construyó un complejo de hoteles que se llevó gran parte del agua de Pamukkale, por lo que todas esas piscinas se secaron. Al ver el impacto negativo que esto había tenido, los hoteles fueron demolidos y regresaron el agua a Pamukkale, pero no se recuperó el daño que se había causado. Por lo que esas piscinas que se ven vacías llevan muchos años así.
De camino a los vestuarios vimos la Piscina Antigua o Piscina de Cleopatra. Pierde bastante encanto porque está rodeada por restaurantes y otros establecimientos. Hay que pagar extra para meterse y nosotros lo descartamos ya que había mucha gente y no nos parecía seguro con el coronavirus.
Nos bañamos, nos cambiamos y emprendimos el camino para ver Hierápolis. Eso era ya como a las dos de la tarde y yo me sentía morir del calor que hacía, no sé ni como subí la montaña para llegar al anfiteatro. Eso sí, valió la pena. Fue el anfiteatro que más me gustó de los que vimos en Turquía.
Hierápolis es una antigua ciudad helenística declarada Patrimonio de la Humanidad en 1998. Fue establecida alrededor del 180 a. C. Colapsó luego de un terremoto durante el reinado de Tiberio y fue reconstruida transformándose en una urbe típicamente romana. En ese periodo se convirtió en un importante centro de descanso veraniego para los nobles de todo el imperio que acudían a ella atraídos por las aguas termales. Fue destruida completamente por un terremoto en 1354.
Seguimos recorriendo todo el complejo de ruinas que es una cosa gigante. También vimos más tortugas.
Alrededor de las 5 de la tarde emprendimos el camino de vuelta. Teníamos que volver a bajar la montaña del Pamukkale para llegar al auto, por lo que había que quitarse otra vez los zapatos. Ustedes piensen que la superficie no es nada suave y cuando llevas una hora caminando por ahí, ya empieza a doler. Así que luego de habernos destrozado los pies al mediodía, volver a quitarnos los zapatos para bajar la montaña fue una tortura; a eso súmenle mi fascitis plantar, sentía que me iban clavando agujas por todos los pies.
Llegamos al carro con los pies destrozados. Yo estaba medio muerta entre la insolación, el cansancio y el hambre.
Fuimos a Laodikeia. Estas ruinas están en otra montaña y desde allí se puede ver Pamukkale. Lo recorrimos todo como en 20 minutos porque en general, no hay demasiado que ver y se queda como poco luego de haber visto Hierápolis.
Laodicea o Laodikeia es una antigua ciudad del Imperio Seléucida importante por ser un centro clave del comercio y el mundo bancario. También fue destruida por un terremoto.
Para terminar el día, fuimos a cenar a un restaurante super lindo al que siempre va Etem. No es un restaurante vegano, pero casi todas las entradas eran veganas y comimos como reyes.
En general, La visita a Pamukkale me gustó. Es pequeño para lo que yo me imaginaba y da un poco la impresión de parque temático, pero nosotros lo visitamos en temporada baja y luego del covid, el mejor momento para encontrar la menor cantidad de gente posible. También hubiera sido mejor llegar apenas abre, pero para eso hubiéramos tenido que salir a las 4 o 5 de la mañana de Ölüdeniz.
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