Hola a todos,
Cuando estábamos en Algarve, planeamos pasar una semana de vacaciones en alguna ciudad del norte de Portugal. Como a finales de junio había que ir a Valencia a hacer trámites, decidimos pasar una semana en Porto para recibir mi cumpleaños turisteando. Así, nos organizamos unas vacaciones rápidas del 19 al 25 de junio.
Organicé la ropa para esos 5 días basándome en que iba a hacer la misma temperatura que en Algarve. Luego Diego me dijo que en Porto las temperaturas eran más bajas, aunque fuera verano. Dejé los mismos outfits, pero llevábamos siempre un suéter porque tampoco hacía frío como tal y, de hecho, cuando tienes que estar todo el día caminando, se agradece que no haga un calor agobiante.
Cuando íbamos en uber hacia el alojamiento, todo lo que vi antes de llegar al centro se me parecía mucho a Caracas. De hecho, pasamos por un parque de atracciones que tenía un gusanito igual a de Bimbolandia.
Cuando se lo dije a Diego, me respondió que como tenía tanto tiempo que no estaba en una ciudad, no le recordaba a nada. Es cierto, llevábamos casi seis meses sin pisar una ciudad grande.
Lo primero es que la estadía en el Airbnb fue perfecta ya que afortunadamente no tuvimos ningún problema.
Porto es una ciudad pequeña y nos la recorrimos en un día entero; eso sí, caminamos un poco más de 20 kilómetros.
Nos tocó un día gris y al final de la tarde fue que salió el sol. Lo recorrimos todo y lo único que no visitamos fue la Livraria Lello porque había que reservar por internet y aun así, se armaban unas colas monumentales. Tampoco se podía llegar temprano para aprovechar y visitar sin gente porque abría a las 10 de la mañana.
Los dos días que estuvimos en Porto recorriendo almorzamos en un restaurante que se llama Da terra Vegetariano. Es un all you can eat vegano y lo amé. Tenían platos maravillosos y super elaborados. Aquí probamos la kombucha el día de mi cumpleaños.
También encontramos un puesto de donuts veganos que se llama Duh! Veganduts. Solo fuimos una vez porque no abrían todos los días y las donas estaban riquísimas.
Los siguientes días fuimos a conocer otras ciudades en tren:
Braga
Tardamos alrededor de dos horas y cuando llegamos estaba cayendo el mega palo de agua. Nos pusimos nuestros chubasqueros, empezamos a recorrer y apenas pudimos, compramos un paraguas en una tienda de chinos. Imagínense el lío para tomarnos las fotos.
Tuvimos lluvia toda la mañana y a partir de mediodía fue que la cosa mejoró.
Aquí almorzamos en un restaurante vegano maravilloso que se llama Gosto Superior y nos quedamos enamorados porque la comida estaba divina, los postres eran una locura y era barato.
La ciudad es pequeña por lo que alrededor de las dos de la tarde ya estábamos regresando a la estación de tren.
Coimbra
Ésta es una de las ciudades más famosas de Portugal y era visita obligada para nosotros. Movimos el día de visita para así poder tener solecito y le dejamos la lluvia a Braga. Solo el viaje de ida en tren nos costó 13 euros por persona.
Inicialmente teníamos planeado hacer Coimbra y Aveiro en el mismo día, pero luego vimos que no iba a alcanzar.
La zona universitaria es grande e interesante. Además, lo que más me gustó es que hay muchos parques y la ciudad se siente verde. Fuimos al Miradouro do Penedo da Saudade que me pareció super curioso porque estaba lleno de lápidas con referencia a estudios o historias de enamorados.
La zona del río también es preciosa e ideal para ir a relajarse y leer un poco.
Aquí almorzamos en un restaurante vegano que se llama O Burrito y me esperaba que fuera como el vegano de Faro, pero fue el peor restaurante de los que comimos en todo Portugal. Los nachos eran unas masas raras fritas y los burritos estaban regulares; además, no era barato.
Aveiro
Apenas llegamos buscamos un baño y entré yo porque solo teníamos una moneda de 50 céntimos. Cuando salí vi que Diego también había entrado y resulta que la señora que limpiaba los baños se había tomado la molestia de ir a cambiarle el billete para que tuviera monedas. Una vez más, nos quedamos gratamente sorprendidos de la educación y la hospitalidad de los portugueses.
Esta ciudad fue la que menos me gustó porque eran dos calles y nada especial. Allí la típica turistada es dar el paseo por los canales en unos barcos coloridos.
Teníamos la opción de ir a la zona de playa, pero lo descartamos porque no había transporte público para llegar y porque eran playas feas como las que puedes encontrar en Valencia.
Así que terminamos de ver lo poco que había en la ciudad y nos fuimos a almorzar al Da Terra Vegetariano que estaba justo al lado de la estación. Allí me enamoré de unos shots de frutos rojos con semillas de cardamomo y piri piri.
Como siempre que agarrábamos el tren yo veía una zona de playa super linda con un camino de madera y apenas era mediodía, buscamos en el mapa para visitar ese sitio.
Lo que yo veía era una zona que estaba entre Espinho y Granja.
Así que agarramos el tren de nuevo hasta Espinho. En esta zona hacía muchísimo viento y hasta frío (a pesar de que hacía un solazo). Un dato curioso es que en las playas de Portugal todo el mundo tiene pantallas para el viento.
Recorrimos la zona y agarramos el camino de madera. Fue un recorrido de varios kilómetros viendo solo dunas, mar y casi ninguna construcción. Aunque cuando llegamos a Granja, el viento me tenía loca, valió la pena el recorrido.
El último día nos quedamos en Porto e hicimos un paseo de 10 kilómetros desde nuestro alojamiento hasta la Praia de Matosinhos y esa zona me pareció genial para vivir, mucho mejor que el centro. Además, había muy buen ambiente con toda la gente haciendo ejercicio.
Toda esta zona es pura piedra, por lo que también se podría decir que hay piscinas naturales. Me quedé horrorizada de cómo tomaba el sol la gente y es que tenían un color de piel que parece que los habían pintado con cacao en polvo.
Porto es lindo el centro y una parte de la zona de playa, el resto es un pueblo viejo y se notaba la decadencia y el descuido en muchas partes.
Queríamos ir al Parque Nacional Peneda-Gêres y quizás hacer un trekking por allí, pero hacía falta carro y con tan pocos días, decidimos dejarlo para otra ocasión.
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