Menú Cerrar

Mis peores experiencias como anfitriona de Airbnb

Hola a todos,

Aquí vamos con las historias…

  1. Aydin, el turco que era peor que un niño

Cuando compré mi apartamento en Valencia, un amigo que era host de Airbnb me dijo que alquilara una habitación en esa plataforma para ganar dinero extra ya que en esa época estaba desempleada.

Aydin fue mi primer huésped y venía de Estambul a hacer unas prácticas en Valencia.

Cuando se bajó del taxi en frente de mi edificio, lo primero que noté, aparte de que era bien feo, fue el olor de sus axilas. No recuerdo su edad, pero creo que no tenía más de 20 años.

Luego de que le enseñé su habitación y le hice el tour por el apartamento, me preguntó por “las normas de la casa” y le dije que no tenía nada escrito pero que era “lo normal”.

En esa época yo trabajaba de monitora en gimnasios y por lo general llegaba tarde en la noche luego de dar las clases. Justo ese día que llegó Aydin me fui a cenar con un amigo y llegué a casa a medianoche. Cuando entro, está Aydin haciéndome señas de que baje la voz porque su amiga estaba dormida borracha en mi sofá.

Le dije que no era mi problema, que la despertara y que se largara de mi casa. Empezaba mal la cosa.

Inicialmente hablaba muy bien inglés y cuando me dijo que había estudiado ingeniería industrial, me imaginé que sería inteligente. Pero nada que ver, desde el primer momento no fue capaz de abrir ni la puerta del edificio ni la del apartamento, por lo que vivía llamándome por teléfono porque no podía entrar y “no le funcionaba la llave”. Por lo que al final, ni le atendía el teléfono.

El primer día me pidió permiso para agarrar 3 de mis huevos y asumió que podía agarrar todo lo que quisiera de mi comida siempre. La idea que él tenía era compartirlo todo como si fuéramos mejores amigos, pero yo no tocaba nada de lo suyo y me reventaba que usara lo mío. Por lo que lo tuve que poner todo bajo llave.

Cuando cocinaba, usaba todos los utensilios de la cocina y lo dejaba todo sucio mientras comía y se reposaba. Por lo que me tenía que esperar horas para usar la cocina. Además, todos los días dejaba la taza donde se comía el cereal del desayuno sin lavar.

Era la cosa más torpe que había; siempre se tropezaba, rompía algo, se le caía algo. De hecho, un día entrando desde la terraza, le dio un cabezazo a la persiana que se quedaron todas las paredes templando, no sé como no se rompió la cabeza. (Siempre me muero de risa cuando me acuerdo).

Llegaba de sus prácticas a las 15h y se acostaba a dormir hasta las 22h y entre medianoche y la una de la mañana, es que se duchaba. El baño en ese apartamento estaba entre las dos habitaciones y con las pésimas calidades de las construcciones en España, se escuchaba todo y obviamente me despertaba.

Además, cada vez que entraba al baño se pasaba una hora ahí metido.

Cuando se bañaba, quitaba la alfombra que yo tenía en el baño porque estaba “mojada de mis pies”, por lo que dejaba todo el baño inundado. Había que esperar a que se vistiera e hiciera todas sus cosas para que se pudiera dignar a limpiar lo que había mojado.

Imagínense cómo iba subiendo la tensión en esa “convivencia”. Además que el chico era cada vez más estúpido y más torpe. Incluso el buen nivel de inglés que tenía se perdió completamente y cuando discutía con él, no era capaz ni de articular las palabras.

Al mes hice una lista con las normas de la casa, pero ya daba igual, su estupidez no tenía límites y a mi cada vez me daba más asco.

Luego de un mes, ni siquiera había limpiado su habitación “porque él pensaba que yo se la iba a limpiar”.

Creo que las prácticas eran de 6 meses y no llegó a estar ni dos en mi casa. Luego de escalar todo con Airbnb le cancelé la reserva y Airbnb me pagó alrededor de $400 por los destrozos que había hecho. En esa época Airbnb funcionaba medianamente bien.

Cuando se fue, yo estaba almorzando con Diego en la terraza y hasta nos dios cosa que se fuera de esa forma, pero es que yo no podía más con su infinita estupidez; además de que llevaba casi dos meses y todavía no era capaz de abrir las puertas solo.

Con esta experiencia pagué la novatada y aprendí que los huéspedes no necesariamente tienen que ser normales y es bastante probable que no lo sean. Además, hice mi lista de normas para futuras reservas.

  • Patrick, el inglés con una asquerosa enfermedad de la piel

Nunca activé la reserva automática porque cuando me contactaban, me gustaba revisar bien los perfiles para decidir si aceptaba o no la reserva.

Me llegó la solicitud de un inglés que se llamaba Patrick y tenía solo reseñas positivas. Este chico estaba supuestamente viajando por el mundo. Como era inglés, yo me imaginaba que iba a ser limpio y educado.

Llegó y enseguida se metió en su cuarto.

Cuando alquilaba la habitación a hombres, por lo general esa primera noche Diego se quedaba conmigo por si acaso. Pues nos fuimos a dormir alrededor de medianoche y apagué los sistemas que yo usaba para trabajar y quité el internet. Cuando nos estábamos quedando dormidos, tocó la puerta el chico que no había salido de la habitación desde que había hecho el check-in. Me dijo que por favor le pusiera el internet que lo necesitaba para trabajar.

Este chico que estaba “viajando por el mundo” en una semana solo salió una vez para ir al supermercado.

Comía una vez cada dos días. Su dieta consistía en arroz y huevos revueltos con salsa picante. La primera vez que cocinó, me ralló el sartén por lo que enseguida abrí un caso con Airbnb para que me lo pagara.

La situación era muy extraña.

Una tarde que Diego estaba en la casa, el chico extrañamente salió de su habitación a servirse un vaso de agua y Diego le preguntó cuántos sitios había visitado de Valencia y Patrick salió con la excusa de que tenía un poco de resfriado y estaba esperando a mejorarse para salir a hacer turismo.

Cuando iba caminando a su habitación nos dimos cuenta de que se le veía una mancha gris muy grande en el cuello como de alguna enfermedad de la piel.

Ahí me empezó a dar asco incluso estar en mi propia casa, por lo que me fui a casa de Diego. Llegaba a mi casa a trabajar de 9 a 18h y luego me buscaba Diego para ir a dormir a su casa. El fin de semana también me quedaba en casa de Diego. Una situación muy surreal.

Creo que el tipo estuvo dos semanas o menos alojado en mi casa. En ese tiempo solo salió una vez al supermercado, solo se duchó una vez durante el fin de semana cuando yo me fui a casa de Diego, comía solo una vez cada dos días e iba al baño como una vez cada 3 días (incluso menos). Tampoco se lavaba los dientes ni la cara diariamente.

Me hizo una solicitud para extender la reserva una semana más y se la rechacé. Solo tenía ganas de que se fuera.

Pero lo peor fue cuando hizo el check-out. Cuando abrí la puerta de la habitación salió un vapor maloliente por lo que fui a ponerme un traje plástico, guantes, mascarillas y lentes (de esos que se usan para pintar).

En esa época yo hacía la limpieza de la habitación porque no me costaba nada y porque la mayoría de la gente ni ensuciaba.

Ni Lucifer ha visto nunca lo que yo me encontré en ese cuarto. Aparentemente el chico tenía alguna asquerosa enfermedad y se le caía la piel a pedazos. Se los juro, estaba todo el suelo, la cama, las pantuflas, los sillones, cubiertos de piel seca. Ni el basilisco de Harry Potter hubiera sido capaz de tanto.

Además, el chico no abrió nunca la ventana en casi dos semanas. El aire estaba espeso y las sábanas se veían húmedas.

Imagínense el reportaje terrorífico que les mandé a los de Airbnb.

Tuve que botar las almohadas, las sábanas, la alfombra, las pantuflas, el forro del colchón. Todo se fue a la basura porque ni lavándolo se lo iba a poner a otros huéspedes.

Airbnb no me pagó nada de lo que tuve que volver a comprar porque “no iban a cobrarle al huésped por tener una enfermedad de la piel”.

Luego de que tiré todo a la basura, me pasé una semana limpiando porque no dejaba de darme asco la habitación. Además, la ventana estuvo un mes abierta en pleno invierno para que ventilara todo ese aire macabro.

Airbnb no solo me tenía que haber pagado todo lo que tuve que comprar, sino también la terapia con el psicólogo.

  • Las chinas que se bañaban a las 3am

Reservaron 2 chinas para la semana de fallas (una fiesta de Valencia). Llevaban dos semanas en la ciudad y les habían dicho que se quedaran más tiempo para ver las fallas.

Lo primero es que no entendía para que perder tanto tiempo en Valencia cuando en dos días lo puedes ver todo.

Las mujeres tenían entre 40 y 50 años y se pasaban el día entero metidas en la casa. Quizás salían media hora a dar un paseo y ya. Ósea que vieron poco de las fallas.

A pesar de que se pasaban todo el día metidas en la casa, se duchaban a las 3 de la mañana y se pasaba una hora cada una en el baño. Una pesadilla.

Les llamé la atención para que se ducharan a una hora decente porque yo me acostaba a las 22h. Aun así, cuando se metían en el baño, estaban ahí dos horas.

Hacían todas las comidas en la casa y para preparar algo tan sencillo como un plato de avena, usaban 4 ollas, 7 platos, coladores, tapas y de todo. También lo dejaban todo allí para lavarlo luego de comer tranquilamente.

Además, era una de las dos la que hacía todo y la otra no movía un dedo.

Eran muy simpáticas e incluso un día me invitaron a comer con ellas, pero me tenían asqueada y no veía la hora de que se fueran.

Hoy en día no logro entender como la gente alquila una habitación y es tan anormal. Es que, incluso alquilando el apartamento entero, no te puedes duchar a las 3 de la mañana porque molestas a los vecinos.

Luego tuve de huésped a un rumano maravilloso que se parecía a Mads Mikkelsen en la serie de Hannibal y a un alemán muy simpático; ambos impecables. Pero cuando conseguí trabajo dejé de alquilar la habitación porque no me compensaba el desgaste psicológico de los malos huéspedes para el dinero que cobraba.

2 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *