Hola a todos,
Hoy les voy a contar sobre los sitios que visitamos durante nuestra estadía en Quito.
Centro
El centro de Quito es el conjunto histórico mejor conservado y uno de los más importantes de Hispanoamérica. Fue nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1978.
Desde nuestro alojamiento nos íbamos caminando y tardábamos 45 minutos.
Nos gustó mucho porque estaba limpio. Si comparo, el centro de Lima era más moderno y el de Quito es más colonial. Es mejor ir temprano porque a partir de mediodía, se llena de gente.
Por el centro encuentras muchos vendedores ambulantes y consigues cosas más baratas que en el supermercado. Nosotros compramos una bolsita de habas fritas a $1, 3 piñas por $5 y el coco a $1.50.
Panecillo
Llegamos al panecillo en taxi porque ese día nos habíamos levantado tarde. Aunque es el lugar más visitado de la ciudad, no hay nada que hacer más que la foto del panecillo y las vistas de la ciudad.
Bajamos caminando en dirección al centro por una urbanización de casitas humildes y ranchos (o chabolas) que no se veía peligrosa (y menos si comparo con todo lo que vimos en Colombia). En una plaza agarramos un taxi porque el Uber se tardaba mucho y nos regresamos a la casa.
En una de las excursiones que hicimos con nuestro amigo Edward, nos dijo que ahí había que subir y bajar con el mismo taxi. Cuando le contamos que habíamos bajado caminando, se quedó horrorizado porque esa zona era peligrosísima. Un taxista también nos dijo que ahí había una banda que se la pasaba atracando.
Quizás nos salvamos por ir temprano o era nuestro día de suerte.
Museos
Fuimos a estos museos:
- Museo de la Ciudad – $5
- La Capilla del Hombre y Casa Museo Guayasamín – $10
- Museo de Arte Precolombino – $5
Visitamos pocos museos porque le dimos prioridad a hacer senderismo y porque viniendo de Perú, nos resultaba repetitivo ver otra vez arte precolombino.
Pensaba que había visitado el museo de Guayasamín, pero el recuerdo que tenía era de una tienda de souvenirs. La entrada es cara, pero me parece que vale la pena. En la Capilla del Hombre están las obras más grandes de su última etapa y en la casa tienes las obras de sus comienzos.
Volcán Cotopaxi
Esta fue la primera excursión. La anfitriona de nuestro alojamiento nos había puesto en contacto con un chico al que todavía no conocíamos en persona ya que un amigo suyo era quién nos había buscado en el aeropuerto.
Edward nos buscó a las 6AM y emprendimos nuestro camino hacia el Cotopaxi.
No se paga porque hace unos años eliminaron el cobro para acceder a los parques nacionales. A la entrada de la reserva si ven que eres extranjero, te obligan a que contrates un guía del parque que te puede cobrar alrededor de $40. Edward dijo que éramos locales y así pasamos sin problemas.
En Quito estábamos a 2850 m y ya costaba subir cuatro escalones. El refugio José Ribas está a 4810 m y sentí que me costó la vida subir. Además, apenas iniciamos la ruta, empezó a hacer un viento terrible con aguanieve. Me cubrí la cara con la bufanda por el dolor del frío.
Edward nos contó que los grupos no habían podido llegar a la cumbre ese día por las condiciones climáticas. La gente llega al refugio y es en la noche cuando emprenden el camino hacia la cumbre porque es cuando el clima está mejor.
Me quedé asombrada porque Edward nos dijo que subimos muy bien y que se notaba que teníamos buena condición física; que con un poco más de entrenamiento, podíamos subir a la cumbre del Cotopaxi. Yo me sentía la persona más lenta del mundo.
Luego visitamos la Laguna de Limpiopungo y vimos venados.
Ese día nos quedamos enamorados de Edward porque era demasiado divertido y tenía las historias más entretenidas que se puedan imaginar. El regreso era de 3 horas en carro y el tiempo se nos pasó volando. Además, apenas vio cómo regañaba a Diego, me empezó a llamar “Mostra” y ese fue mi apodo para el resto de las excursiones.
Laguna de Quilotoa
Nos organizamos para hacer las excursiones en día de semana porque así no encontrábamos gente.
La carretera hacia la Laguna de Quilotoa está llena de perros abandonados, es muy triste. Se quedan al borde de la autopista esperando que la gente les tire comida.
Cuando entramos al parque nacional, Edward dijo “Bienvenidos a Disneyland”. Nos explicó que antes solo había un hotel comunitario y que, con el auge del turismo, la zona había tenido un crecimiento desproporcionado y había perdido su esencia.
Fuimos recibidos por un montón de perritos abandonados que venían a ver si teníamos comida. 4 perros de ese grupo se vinieron con nosotros y los llamé Quilotoa, Pichincha, Cotopaxi y Corazón. Nos acompañaron casi hasta el final y aunque no llevábamos comida de perros, les dimos nueces.
El trekking fue duro por la altura y a veces por las características del terreno. Menos mal que casi todo el tiempo estuvo nublado, porque solo con la media hora de sol que hizo, nos quemamos. De hecho, la parte de atrás del cuello se me peló.
Aquí hicimos las fotos más bonitas de nuestra estadía en Quito.
Luego del trekking estuvimos un rato con los perritos dándoles comida y agua.
Le dimos la vuelta a la laguna pero en el chart no se ve porque a mitad de camino, el reloj de Diego se apagó.
Volcán Corazón
Un miércoles nos fuimos con Edward y su compañero de senderismo Luis para intentar hacer la cumbre del Volcán Corazón. Aunque aún no les habían aprobado el permiso para acceder al parque nacional por las condiciones climáticas, decidimos intentarlo.
Edward nos dijo que lleváramos una muda de ropa y yo no entendía por qué.
Apenas llegamos al estacionamiento, Edward nos trajo unas planillas para rellenar y colocar el número de teléfono de una persona de contacto para emergencias. Me quedé un poco desconcertada y Edward me dijo “Aquí ha muerto mucha gente, pero tranquila que a nosotros no nos va a pasar nada”.
Luego me di cuenta de que Luis traía cascos para todos, arneses, cuerdas… ¿Qué estaba pasando?
La primera parte era puro lodo y luego la ruta era decente.
En un punto había un tronco destrozado y Edward nos dijo que allí había caído un rayo y que en ese volcán siempre caían muchos. Tuvimos que poner los celulares en modo avión para no atraerlos.
Nos encontramos con una pareja que bajaba y nos dijeron que no habían llegado a la cumbre por el mal tiempo.
Llegamos a una parte en la que nos faltaban alrededor de 700 metros para llegar a la cumbre. No crean que 700 metros son poca cosa, a esa altura y con esas condiciones, esa distancia tan pequeña te cuesta la vida.
A partir de ese punto solo se veía roca negra con bastante inclinación. Nos empezamos a poner todo el equipamiento y justo empezó a caer lluvia y granizo, por lo que no pudimos seguir.
Bajar por la zona que era puro lodo fue durísimo para mí (aunque fui la única que no se cayó). Iba tan tensa para no caerme que luego me dolía el cuello y la cabeza.
Cuando llegamos al carro salió el sol, aunque la cumbre del volcán seguía totalmente cubierta por la neblina. Llegamos empapados, por eso necesitábamos cambio de ropa.
Pasé un rato jugando y haciendo fotos con los perritos. Luego de haber estado en la Laguna de Quilotoa, iba siempre preparada con comida para perros.
Volcán Pichincha
Fuimos 3 veces:
- Primer intento de llegar a la cumbre
- Trekking casi vertical por el bosque de Miraflores
- Cumbre Ruco Pichincha
Edward nos dijo que, si subíamos con el teleférico, podíamos llegar a la cumbre del Ruco Pichincha. Así que llegamos para estar ahí a la hora que abrían ya que era domingo y feriado.
El lugar es hermoso con unas vistas increíbles de Quito. Algo así era lo que nos esperábamos en Bogotá.
Había bastante gente, pero no era desagradable ya que los ecuatorianos son muy educados.
La ruta no era complicada hasta que llegamos a una especie de pared de piedras por donde había que pasar escalando y no había ni una cuerda para agarrarse. Diego iba pasando sin problemas, pero a la mitad me quedé bloqueada del vértigo. Nos regresamos, lo intenté una segunda vez y tampoco pude, el miedo fue más fuerte que yo.
Además, había muchísima gente con sus perros pasando constantemente y eso me puso más nerviosa todavía.
Desde allí, supuestamente quedaban 50 minutos para hacer cumbre.
Un domingo nos fuimos a hacer otra ruta de trekking. Justo ese día tenía la menstruación por lo que estaba débil y me dolía el vientre. Caminando desde la casa hasta el inicio de la ruta ya fueron 50 minutos.
Diego apenas me vio empezando el senderismo me preguntó si me sentía mal porque me notaba lenta.
La ruta empezó bien pero enseguida se puso vertical y así fue hasta llegar al teleférico. Yo no sé ni cómo llegué porque me iba muriendo de cansancio y dolor todo el tiempo. La única parte plana fueron unos 100 metros de puro pantano. Tampoco era una opción regresar porque ese camino de bajada era peligroso e iba a ser peor bajarlo que subirlo.
Diego pensaba bajar caminando por otra ruta, pero optamos por el teleférico porque yo no podía más.
Luego nos dijo Luis que esa ruta es muy buen entrenamiento de preparación para la cumbre del Cotopaxi.
El miércoles siguiente volvimos al Pichincha con la intención de hacer cumbre y le había dicho a Edward que yo no había podido seguir por el vértigo, su respuesta fue “Tranquila, ya vemos cómo hacemos, también nos podemos ir por el paso de la muerte”. No me dejó más tranquila esa respuesta.
Nos encontramos con Edward y Luis para subir en teleférico. Había llovido mucho el día anterior y no se podía subir desde donde empieza la ruta.
En la fila del teleférico Edward ya estaba contando cómo colocarse por si empezaban a caer rayos. Si hacías la postura correcta “te quedabas asadito, pero no te morías”.
No sé por qué empezamos todos super rápido a hacer el senderismo, como si estuviéramos apurados. Como ya habíamos estado y hecho las fotos, no había pausa.
Llegamos a la pared de piedra, Edward se puso abajo para agarrarme por si me resbalaba y Luis se puso adelante para guiarme y lo más importante, dándome ánimos y confianza para que siguiera adelante.
Pude pasar esa y dos paredes de piedra más, a lo que siguieron las felicitaciones y ánimos de los chicos. Edward me decía que era una “mostra tóxica, pero que era su ídola”.
Pronto me di cuenta de que esa pared era lo más fácil en comparación con lo que quedaba. Seguimos por la parte que llaman el arenal que era una subida casi vertical por arena y piedras sueltas. Luis parecía volar y nosotros hacíamos lo posible para seguir su ritmo y a un punto Edward gritó: “¡Dejen respirar!”
Luis me puso un casco porque llegaba el momento de trepar rocas y la niebla ayudó para no ver que estábamos en el borde del precipicio.
¡Y llegamos a la cumbre! Yo estaba entre la felicidad y el shock de que no me lo podía creer y lo primero que hice fue abrazarme al letrero que indicaba que estábamos en la cumbre. Luego vinieron los abrazos y las felicitaciones entre nosotros.
Diego y yo nos dimos cuenta de que, aun pasando la pared de piedra que me bloqueó, no hubiéramos llegado a la cumbre solos. Así que fue gracias a la ayuda y la paciencia de Edward y Luis, que pudimos llegar.
Nos comimos unas empanadas veganas, frutos secos, nos sacamos fotos, le dimos comida a los Curiquingues y emprendimos el camino de vuelta.
La bajada fue peor que la subida y yo fui casi todo el camino a cuatro patas como un cangrejo. Toda la bajada por el arenal Luis me llevó agarrada de la mano diciéndome que estuviera tranquila, que él no iba a dejar que me pasara nada.
Cuando pasamos las paredes de piedra de regreso, sentí que me quitaba 10 kilos de encima de tensión.
Aunque ya íbamos por la parte fácil, enseguida empezó a caer granizo y menos mal que no me había quitado el casco todavía. Llegamos al teleférico empapados. Durante la bajada, Edward me dijo que era mejor tener miedo para no confiarse, porque en el Ruco Pichincha había muerto mucha gente.
Pululahua y Mitad del Mundo
Fuimos en Uber hasta la entrada del parque nacional. Desde nuestro alojamiento fue aproximadamente una hora.
No hay que pagar entrada, pero te toman los datos por seguridad.
La ruta era alrededor del domo Pondoña en el cráter del Pululahua y era relativamente fácil. Lo único difícil era el final de 2km de pura subida.
En partes de este trekking me sentía como en la Gran Sabana de Venezuela.
Antes de comenzar la subida del final, encontramos una casa en la que vendían, entre otras cosas, choclo con queso a $1; como somos veganos, nos dieron habas en vez de queso. Luego de ese manjar, la subida se nos hizo súper fácil.
Bajamos caminando por la carretera y nos encontramos un puesto donde vendían cocos fríos, y aprovechamos para refrescarnos.
Ese día se sentía muy perfecto: trekking agradable, choclo, coco frío…
Seguimos hasta la Mitad del Mundo y decidimos no entrar. Yo había estado en 2011 y me pareció Disneyland; aparte de la línea que marca la mitad del mundo, el resto son tiendas de souvenirs.
Mindo
Mindo es un lugar que no recomiendo aunque es hermoso.
Nos fuimos en autobús que tarda 2h y cuesta alrededor $8 ida y vuelta.
El área es muy rural y está llena de restaurantes. Fuimos a buscar las telesillas que llevaban a dónde comenzaba el trekking para ver las cascadas.
Las telesillas cuestan $8 por persona para un recorrido de 15 minutos.
No nos explicaron nada y resulta que arriba había que pagar otra vez.
Había una estación con una tarabita y nos dijeron que costaba $5 por persona para un recorrido de menos de 5 minutos.
Como nos parecía otro robo, decidimos ir caminando y una de las empleadas vino corriendo detrás de nosotros para decirnos que, aunque fuéramos caminando, teníamos que pagar igual ya que la montaña era “propiedad privada”.
Luego nos enteramos de que no era propiedad privada, sino que un tipo se había apropiado de la montaña y había monopolizado su uso. Cabe destacar los destrozos que esa gestión ha causado al ecosistema.
Fuimos directamente a ver la cascada más grande y no me pareció nada especial, una cascada como tantas que vi cuando hacía senderismo en El Ávila en Caracas. Además, luego de ver cascadas realmente increíbles como el Salto Ángel o las Cataratas de Iguazú, las de Mindo se quedan como poca cosa.
Mindo es un lugar hermoso, pero la gestión y la supuesta “privatización” que han hecho los delincuentes que se apropiaron de la montaña, hace que no valga la pena ir.
Parque metropolitano Guanguiltagua
Este parque estaba a 40 minutos caminando de nuestro alojamiento y parece más un bosque.
Aunque para la gente que hace montaña este parque no vale nada, nosotros hubiéramos soñado con tener un lugar así en Playa del Carmen, Colombia y Perú.
Aquí hicimos un trekking de 10km relativamente fácil.
Cerro Sincholagua
Este fue nuestro último trekking y nos lo sugirió Edward ya que ese fin de semana él no nos podía acompañar.
La idea era hacer un mini integrado de los cerros Sincholagua y La Marca.
La subida era casi vertical y la hice casi toda a cuatro patas. Además, desde que empezamos a caminar, fuimos acosados por moscas gigantes que mordían a través de la ropa; de ésas que pican al ganado.
Fue el único día que hizo un solazo, cosa que no es buena porque en Ecuador el sol es fortísimo.
Por lo que ya iba bastante agobiada durante la subida. La última parte fue complicada y peor aún para bajarla porque yo sentía que me iba a caer por el precipicio.
Bajar fue desesperante y me caí dos veces. Por lo que a las moscas y al calor, ahora había que sumarle el dolor de las caídas. Aunque lo más insoportable seguían siendo las moscas que no dejaban de rondarnos y picarnos.
Estaba tan harta que por momentos me paraba y gritaba de desesperación.
Como ya me dolía todo de las caídas, optamos por no subir al Cerro La Marca porque la ruta se veía peor. Además, como nos íbamos agarrando de las ramas porque íbamos casi patinando, también terminamos con las manos llenas de pequeñas cortadas.
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