Hola a todos,
Cuando llevábamos 2 meses en Perú, tuve una crisis y le dije a Diego que ya no seguíamos recorriendo Sudamérica y que volvíamos a Europa.
En primer lugar, estaba harta de encontrar alojamientos sucios y de mala calidad. Estaba cansada de limpiar la suciedad de otras personas cuando pagábamos precios altísimos para tener al menos los «estándares mínimos».
Además, el ruido excesivo en todos los destinos me estaba volviendo loca.
Nuestra idea inicial era viajar por toda América del Sur y luego volver a Portugal para comprar una casa, pero la necesidad de tener nuestra base a la que volver cuando nos cansáramos de ser nómadas digitales se hizo muy grande.
Pensamos que ser nómada digital sería fácil, pero la realidad es que no lo es. Si te gusta trabajar cómodamente en un escritorio y silla de oficina, si te gusta la limpieza, si te gusta dormir en un buen colchón, si te gusta tener una cocina decente y bien equipada, si te gusta estar en un hogar donde no hay ruido, solo encontrarás dificultades. Ni siquiera estamos hablando de lujo. Esto también significa pasar mucho tiempo resolviendo problemas que uno no tendría en su propia casa.
Lo mínimo que es la limpieza, no se encuentra en los alojamientos turísticos. Esta fue nuestra mayor dificultad y lo que nos hizo cambiar de planes. Cuando no estás de vacaciones, tener un alojamiento decente es clave, ya que es donde pasarás la mayor parte de tu tiempo.
Así que empezamos a buscar vuelos.
Queríamos ir a Porto ya que es donde queríamos comprar la casa.
Compramos el vuelo ya que habíamos visto muchos alojamientos a buen precio para temporada alta. Apenas terminamos de reservar el vuelo, desaparecieron todos los alojamientos que había visto y solo quedaban los que ya en mayo costaban entre 2.000 y 3.000 euros al mes.
Repito, no estamos hablando de lujo. Estamos hablando de micro lofts medio vacíos que ni siquiera tenían una mesa de comedor. No podía creer esa locura.
Empecé a contactar con los anfitriones para ver si nos habilitaban áreas de trabajo y mejoraban el equipamiento de cocina. La respuesta de todos fue un rotundo «no». Pagar al menos 2.000 euros al mes para que no se dignen ni a comprarte un colador de pasta.
Aquí ya estaba en crisis porque teníamos vuelo y no había alojamiento, porque no iba a pagar esos precios con ese pésimo servicio.
Empezamos a preguntar a nuestros contactos para ver si podíamos ir a Valencia o Turquía en lugar de Porto.
Encontramos a una mujer en Valencia que nos alquilaba su apartamento por 1.000 euros al mes. En el video que me envió se veía bien y mostró mucha flexibilidad con respecto a las cosas que podríamos necesitar.
Aunque odio Valencia, preferíamos estar allí que en Turquía por su cercanía con Portugal, así sería más barato si queríamos ir unos días a ver casas.
Valencia fue nuestro «peor es nada» para refugiarnos durante el verano sin gastar demasiado dinero.
Lo bueno de estar allí es que, al tener a los padres de Diego, teníamos un plan B por si necesitábamos quedarnos en su casa y su ayuda por si necesitábamos algo.
Otra cosa buena es que alquilaríamos el apartamento en Valencia, así estaríamos mejor situados que cuando vivíamos en Almussafes.
El vuelo de Quito a Madrid era en premium economy y el de Madrid a Porto en primera clase. Esto era más barato que comprar un boleto de clase turista y agregar una maleta.
Aunque hace muchos años decidí no viajar más con Iberia porque la tripulación de cabina era demasiado amargada, decidimos darle una oportunidad a la aerolínea ya que el pasaje tenía buen precio.
Habiendo decidido hacer la base en Valencia, solo tuvimos que comprar el vuelo desde Porto ya que no nos dejaban cambiar el destino y ni siquiera era posible cancelar el vuelo que iba a Porto para quedarnos en Madrid.
Teníamos algo de dinero en la wallet de booking.com y fue imposible usarlo en los 7 meses que estuvimos en Latinoamérica. La sorpresa fue que en Europa había muchos hoteles que sí lo aceptaban. Entonces, reservamos una noche en un hotel cerca del aeropuerto y con el dinero de la billetera, nos salió gratis.
En el vuelo de Quito a Madrid estábamos en los primeros asientos de economy premium, por lo que estábamos cómodos con todo el espacio necesario para estirar las piernas. Además, teníamos a un asistente de cabina que fue muy amable e incluso nos dio chocolates de primera clase. Además, cuando pedí jugo de tomate que ya no ofrecen, otro chico que me había escuchado vino a traérmelo.
En Iberia también notamos la crisis y cómo ha bajado la calidad de todo: comida, bebidas (no hay ni agua con gas), equipamiento de baños, limpieza de aviones, etc.
Últimamente siempre tengo un poco de ansiedad en los vuelos largos y las últimas 4 horas se me hacen insoportables. Pero en este vuelo estuve tan cómoda que dormí maravillosamente y el tiempo se me pasó rápido.
Como el siguiente vuelo era en primera clase, aprovechamos para entrar a la sala VIP y me sentí tan millonaria como Kim Kardashian. Comimos todo lo vegano que pudimos encontrar y nos llevamos papas fritas y almendras. Fue increíble ver a todos los borrachos tomando vino y tragos como si el mundo se fuera a acabar.
En el vuelo de Madrid a Porto éramos los únicos en primera clase y me sentía todavía más millonaria. Viajar sin gente alrededor era un lujo. La azafata nos trajo embutidos y cuando le dijimos que éramos veganos, nos dio todos los snacks que tenía y hasta nos hicimos fotos para que se viera toda la comida que teníamos. Ese vuelo fue una dicha.
Llegamos a Porto y como teníamos 4 maletas además de las mochilas, un oficial de aduanas nos paró para preguntarnos por qué llevábamos tantas cosas. Incluso con nuestro poco portugués, nos entendimos perfectamente; el oficial era pura simpatía y ni siquiera nos revisó el equipaje.
Si hubiera sido en España, seguramente nos hubiera tocado un maleducado que nos hubiera hecho abrir todas las maletas.
Llegamos a Porto y nos enamoramos nuevamente de la ciudad; todo nos parecía tan hermoso.
Esa tarde fuimos de paseo por Mercadona y Lidl porque extrañábamos los supermercados normales. Luego fuimos a cenar a nuestro restaurante vegano favorito en Portugal.
Al día siguiente nos fuimos a Valencia, ya les contaré cómo fue la estadía.
Ahora les cuento sobre el Stay Hotels Aeroporto.
Lo más cómodo era quedarnos cerca del aeropuerto y agarrar el tren para ir a cenar al centro. Aunque nos salió gratis porque teníamos dinero en la billetera de booking.com, la noche sin desayuno costaba alrededor de 60 euros.
Cuando hicimos la reserva nos llegó un email para hacer el registro online y recibimos un código para acceder directamente a la habitación. Cuando llegamos al hotel, había que hacer el registro en la recepción nuevamente ya que el check-in en realidad no era automático.
Lo bueno
- Cerca del aeropuerto y de una estación de metro.
- Hotel nuevo e instalaciones de buena calidad.
- Cama cómoda, toallas y sábanas nuevas y de buena calidad, baño amplio, amenities (champú, jabón, agua, té café)
Lo malo
- Mala limpieza. El suelo estaba sucio e incluso había comida en el cajón del escritorio. Las alfombras de los pasillos estaban asquerosas. Esto le arruinó la reseña al hotel.
- Internet lento.
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