Hola a todos,
Nuestra idea inicial era irnos a Porto ya que allí queríamos comprar la casa, pero apenas reservamos el vuelo, todos los alojamientos que estaban a un precio relativamente decente habían desaparecido.
Solo quedaban alojamientos de entre 2000 y 3000 euros al mes con pésimas calidades. Además, la cocina estaba mal equipada, ninguno tenía zona de trabajo y la mayoría no tenía ni mesa de comedor. Contacté con los anfitriones y la respuesta fue un rotundo “no”; ni zonas de trabajo, ni mejorar el equipamiento de la cocina, ni nada.
Investigamos en muchas ciudades, pero a mediados de mayo en Europa la situación estaba imposible para encontrar alojamientos.
Milagrosamente una amiga de Diego nos consiguió un contacto de una mujer que alquilaba un apartamento en Valencia, del que ya les conté en un post anterior.
Para darles un poco de contexto, yo viví varios años en Valencia y terminé odiando la ciudad y el país en general. La mala educación de la gente, la sanidad decadente, los médicos que no saben lo que hacen y les da igual que te mueras, administración pública que no sirve, horarios ilógicos para todo, tiempos de espera absurdos para cualquier trámite, trabajos que se parecen mucho a la esclavitud, sueldos de risa, etc.
Por eso cuando finalmente vendimos nuestros apartamentos y dejamos en cajas las pocas pertenencias que nos quedaban, mi idea era no pisar España nunca más.
Cuando nos ofrecieron el apartamento en Valencia yo ya estaba harta de Latinoamérica. Aunque España es tercer mundo, mejoraban varias cosas con respecto a la experiencia que habíamos tenido desde noviembre de 2021.
En primer lugar, estar en un apartamento con condiciones normales. Teníamos la ayuda de los padres de Diego, supermercados normales, teníamos médicos conocidos para hacer los chequeos anuales, la posibilidad de comprar en rebajas las cosas que nos hacían falta, cremas y skincare barato si comparamos con Latinoamérica, ir a un gimnasio con precios accesibles y, además, estar relativamente cerca de Porto por si necesitábamos ir unos días a hacer algún trámite.
Llegar a Porto fue como llegar al paraíso y fuimos más que felices esa tarde caminando por la ciudad. Pero en Valencia lo primero que notas es la suciedad del aeropuerto.
Cuando iba en el carro del aeropuerto a nuestro alojamiento pensaba y recordaba lo fea que era Valencia y me sentí un poco derrotada de tener que haber vuelto a aquella ciudad que tanto asco me daba. Luego me reconforté pensando en que solo era una parada estratégica que nos permitiría descansar y hacer muchas cosas pendientes.
Lo primero que hicimos fue meternos en el gimnasio Suma que nos quedaba a 25 minutos caminando y nos organizamos para ir a las 7AM y hacer 2 horas diarias.
A pesar de que nunca hemos dejado de hacer deporte, quizás teníamos un año o más sin pisar un gimnasio. Prefiero entrenar sola en mi casa y era lo que hacía en casa de Diego ya que tenía pesas y todo el material necesario. Pero como ya lo habíamos vendido todo, solo quedaba ir al gimnasio.
A pesar de que las instalaciones estaban bien y era nuevo, las clases que más me interesaban que eran BodyPump y BodyCombat, las daban mal, más cortas y no se seguía la metodología de LesMills y esto fue un gran fallo. Nos quejamos, pero el monitor que daba esas clases en la mañana hacía lo que le daba la gana. Estuvimos desde el primer momento deseando que se fuera de vacaciones para que pusieran a alguien decente.
Luego empezamos a ir a todos los controles médicos que teníamos pendientes por lo que durante el mes de junio estuvimos muy ocupados.
Llevaba desde noviembre de 2021 sin comprarme nada por los precios absurdos que había en Latinoamérica y aproveché las rebajas para comprar todo lo que nos hacía falta de ropa y equipamiento. También hice mi compra respectiva de skincare de The Ordinary. Compré una computadora nueva y vendí la vieja.
Como compramos dos maletas nuevas, aproveché para organizar mejor las cosas que habíamos dejado en el garaje de los padres de Diego.
Diego no tenía con quién hacer rutas de bicicleta en Valencia, por lo que los viernes por la tarde se iba a Almussafes para hacer una ruta el sábado en la mañana con sus compañeros del equipo de triatlón.
Para el 1 de julio ya había terminado la mayoría de las cosas que teníamos pendientes, por lo que empezó el trabajo de buscar casas en el norte de Portugal y de seguir informándonos sobre todo lo que necesitábamos para irnos a vivir allí. La idea era ir a Porto en cuanto tuviéramos una lista de todas las casas que se adaptaran a nuestras necesidades. Teníamos reservado el apartamento de Valencia hasta el 25 de septiembre, por lo que yo quería tener la casa comprada para antes de esa fecha.
Como Diego estaba yendo los fines de semana a Almussafes, aprovechó para intentar verse con sus amigos. En los 4 meses que estuvimos en Valencia, solo quedó para tomar un café con un par. Para que vean ustedes cómo es la gente en Valencia.
Además, se enteró que muchos de sus amigos tenían depresión. Cuando me lo contó, me sentí realmente afortunada. Nuestro mayor problema para esa época podía ser encontrar un alojamiento sucio o tener que agarrar un avión al mes siguiente si el destino no nos gustaba. Aunque no nos sintiéramos así, éramos privilegiados.
En definitiva, la estadía en Valencia nos sirvió para hacer vida rutinaria. Llevábamos 7 meses muy intensos y necesitábamos un poco de tranquilidad. Tuvimos suerte de encontrar un alojamiento decente lo que también nos dio la paz de no tener que estar peleando con el anfitrión por los problemas que normalmente hay.
Lo único que nos faltó de Almussafes fue tener la posibilidad de salir a hacer bicicleta por los campos y tener zonas para hacer trekking relativamente cerca.
Aprovechamos para hacer nuestros controles médicos anuales, para actualizar la ropa con las rebajas, para terminar de gestionar todo lo que quedaba pendiente del blog y demás redes sociales, para ver las series pendientes y sobre todo, para descansar. Además, le dedicamos todo el tiempo necesario a nuestra prioridad que era comprar la casa en Portugal.
Solo fuimos a Agadir por no perder la tradición de viajar en mi cumpleaños. No viajamos más porque ya saben que no viajo en temporada alta.
Aunque algunas cosas mejoraron estando en Valencia, fue un shock volver a un sitio lleno de gente maleducada y amargada. Además, en Latinoamérica casi no vimos fumadores y en España todo el mundo fuma por lo que vas por la calle muriéndote de asco. Las calles de Valencia están cubiertas de colillas de cigarros, excrementos de perro, chicles pegados que ya están negros y demás líquidos. En Valencia no huele a humo como en Latinoamérica, pero huele a basura, a orine, a cigarro o a pupú de perro.
La estadía en Valencia no estuvo mal y se me pasó rápido porque yo tenía claro que era solo un periodo de transición. Pero está claro que es una ciudad que no es agradable ni para vivir ni para hacer turismo por todas las cosas que les mencioné anteriormente.