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Las cosas más absurdas y graciosas que me he encontrado viajando. Parte 2

Hola a todos,

Por si no lo han leído, aquí les dejo la primera parte de este post:

Cabaña llena de excrementos de ratas

En Camboya fuimos a Koh Rong Samloem, que parecía una isla paradisíaca. Llegamos a recepción y nos dijeron que no podíamos dejar ningún alimento dentro de la cabaña porque atraería animales salvajes.

En el área de recepción había lockers para que dejaras los alimentos.

Cabe destacar que la cabaña era lo menos idílico que se puedan imaginar. Además de ser fea, estaba descuidada y el baño era terrorífico.

La primera noche dejamos todo en el locker de recepción y fuimos al pueblo a cenar. Cuando volvimos, nos dimos cuenta de que todas las superficies (cama, mesas) estaban cubiertas de excrementos de ratas.

El problema no era que dejaras alimentos dentro, sino que la cabaña estaba tan mal hecha que tenía huecos por todas partes y lógicamente, cualquier animal se podía meter.

Pasamos varios días allí teniendo que limpiar excrementos de ratas todos los días. Además de eso, yo tenía una pequeña herida y estaba aterrorizada de que vinera una rata a mordérmela mientras dormía.

“Keep boring”

Desde mi primer viaje a México amo a los mexicanos, pero en Playa del Carmen los odié.

Durante los dos viajes que hice a México en 2018 y 2019, en general me sentí cuidada y bien atendida. En Playa del Carmen y en la zona del Caribe en general, los mexicanos son muy interesados y tratan al turista como si fuera un dólar con patas.

Pasamos un mes y medio allí y durante la semana teníamos la misma rutina y siempre pasábamos por la calle peatonal del centro para ir a la playa a nadar o caminar. Dicha calle estaba llena de negocios de tours y los comerciales te acosaban.

Todos los días era lo mismo a pesar de que ya debían tener claro que no íbamos a contratar tours con ellos.

Lo más absurdo es que un día nos dijeron “Keep Boring” como si con estupidez y mala educación nos fueran a convencer de hacer tours con ellos.

El taxista que se drogaba

El día que nos íbamos de Costa Rica, agarramos un taxi para ir al aeropuerto de San José.

Al principio el señor parecía simpático, pero luego empezó a contarnos que antes se drogaba.

Nos decía que las drogas eran muy buenas para ayudar a conversar con el universo. Nos contaba que iba a la playa a hablar con el mar.

A un punto ya Diego y Yo estábamos asustados de que el tipo fuera un psicópata y nos matara a mitad de camino.

“Falta de habilidad para resolver los problemas por tí misma”.

En un post anterior les conté el horror que vivimos en el alojamiento de Playa del Carmen.

El internet fallaba siempre, el apartamento estaba sucio, varias bombillas se quemaron, una tubería se rompió y demás problemas que tenía la propiedad.

Luego de semanas quejándome con la anfitriona, la respuesta fue que “yo no tenía la habilidad de resolver los problemas por mí misma”.

La anfitriona pretendía que después de haber pagado 1800 dólares por el mes, me dedicara a arreglarle el apartamento.

Interiorcito

En frente del balcón de nuestro alojamiento de Playa del Carmen había un señor gordo que vivía sentado en el balcón de su apartamento en interiores.

Daba igual a qué hora nos asomáramos, el señor siempre estaba sentado en el balcón con el mismo interior negro. Como era gordo, el interior le quedaba como bikini y a veces se le enrollaba tanto que parecía tanga.

Lo más gracioso es que parecía imperturbable ante el sol inclemente, el ruido y el olor a cloaca que había siempre en esa calle. Nosotros no podíamos ni abrir las ventanas porque el olor era vomitivo, pero este señor estaba siempre en el balcón como si oliera a flores.

La boya humana

Cada vez que íbamos a nadar en Playa del Carmen, se veía una cabeza a lo lejos que siempre estaba en el mismo lugar.

Al principio no sabíamos qué era, un día Diego nadó más hacia lo profundo y vio que era una persona.

En el mes y medio que estuvimos en Playa del Carmen, esa persona siempre estuvo flotando en el mismo lugar del mar.

La que pidió chocolate caliente en el avión

En el vuelo a Ciudad de México desde Europa estábamos en una fila de 3 asientos con una chica que iba en el asiento de la ventana.

Sobre este vuelo les conté en otro post por lo mediocre y pobre que fue. Nosotros pedimos comida vegana y la chica que estaba a nuestro lado pidió comida sin gluten.

El vuelo tenía todas las carencias posibles: a mucha gente no le funcionaban las pantallas, la comida estaba mala, no había espacio ni para caminar.

Aun así, a la chica se le ocurrió pedir un chocolate caliente. Diego y yo nos moríamos de la risa.

Es bien sabido por todos que en la clase turista de un avión no existe el chocolate caliente y es que luego de ver la situación general de aquel vuelo, no entendí cómo se le había ocurrido pedir eso.

La cocina vacía del Tequendama Suites

Inicialmente teníamos pensado pasar un mes en el Hotel Tequendama Suites de Bogotá.

Habíamos reservado una suite con cocina. Como somos nómadas digitales, íbamos a usar la cocina todos los días.

La cocina solo tenía unos pocos platos, dos vasos, un sartén, una olla y pocos cubiertos. Pedí al personal del hotel todo lo que nos faltaba para poder hacer un uso normal de la cocina.

Trajeron pocas cosas y otras las tuvimos que comprar.

Lo absurdo es que no había cuchillos y la excusa es que “no colocaban cuchillos en la cocina por seguridad”.

La subida con policía en Cartagena

Nunca me había sentido tan insegura en ningún destino como en Colombia. Era estar constantemente con miedo de que nos fueran a matar.

En Cartagena, decidimos ir caminando hasta el Convento de la Popa. Cuando estábamos llegando al inicio de la subida, empezaron a acercarse los motorizados para decirnos que no era seguro subir caminando y que ellos nos llevaban (cobrando, lógicamente).

Pensamos que nos querían sacar el dinero, como es común en Colombia y seguimos caminando.

A un punto, vino un señor en una moto, que era el cuarto que se nos acercaba, y se puso en el medio del camino. Nos dijo que no podíamos subir solos porque nos iban a robar, que no era broma. Que nos devolviéramos y pidiéramos a la policía que nos acompañara hasta el convento.

Nos devolvimos aterrorizados y le dijimos a la policía lo que nos había dicho el señor. La patrulla nos escoltó hasta la puerta del convento. Nosotros no nos podíamos creer que para subir una montaña que eran 25 minutos caminando, teníamos que hacerlo con acompañamiento policial.

Para bajar, también nos escoltaron.

Así de grave es la delincuencia en Colombia.

Américo y los hongos mágicos

En Cusco conocimos a Américo quién se acercó a ofrecernos sus servicios cuando nos íbamos de un Airbnb que estaba asqueroso.

Nos indicó los precios para llevarnos a los sitios y no nos pareció caro, así que decidimos darle la oportunidad.

Desde el primer día Américo comenzó a contarnos sobre un té de hongos que él tomaba y que le había salvado la vida. Cuando estaba en el hospital desahuciado por fallo de los riñones, una señora le dijo que tomara ese té de hongos y se curó. De hecho, no le había dado ni covid gracias a los polvos que se tomaba.

A partir de allí, él también comenzó a vender estos hongos milagrosos para ayudar a la gente y a la vez, hacer un dinero extra.

Es decir, era lo mismo que Herbalife. Este señor ya había caído en Herbalife, luego en Omnilife y ahora en su tercer negocio piramidal.

Lo peor es que todo el tiempo en el carro tenía puestas las charlas motivacionales y era pesadísimo.

Mientras estuvo con nosotros, nunca comió nada, solo consumía sus bebidas de hongos.

Además, Américo tenía las teorías conspiratorias más locas que se puedan imaginar.

“Nosotros acogimos a los venezolanos”

En un post anterior les conté sobre la experiencia horrible que tuvimos en el Affinity Aparta Hotel de Medellín.

Lo que más me llamó la atención es que cuando el gerente del hotel me llamó para “pedir disculpas”, me preguntó de dónde era y a partir de allí estuvo una hora repitiendo que “ellos habían acogido a los venezolanos”.

Nunca entendí qué tenía que ver que su hotel fuera una porquería con el hecho de que él sintiera que estaba acogiendo venezolanos en su país. Lo único que hacía era denotar la xenofobia que tenía.

Un apartamento en el que no se puede ni dormir

En general, nunca podré entender cómo la gente vive en Lima con tal excesiva cantidad de ruido.

Pero es que el apartamento que alquilamos para los primeros dos meses incitaba al suicidio. No estoy exagerando.

Colocamos un colchón en la ventana de una de las habitaciones para intentar aislar el ruido de la calle, aun así, para dormir me colocaba tapones en los oídos y audífonos de los que aíslan el ruido. Con todo esto, aun se escuchaba el ruido.

Ahora lo recuerdo y no sé cómo fui capaz de soportar todo ese tiempo en ese lugar.

Hoy en día, cada vez que tenemos una mala experiencia o me molesta algún ruido en mi casa, el pensar en la estadía en Lima me hace sentir mejor porque nada es tan malo como el ruido de Lima.

“Aquí ha muerto mucha gente, pero a nosotros no nos va a pasar nada”

La estadía en Quito fue la mejor del recorrido por Latinoamérica sobre todo porque nos encontramos a Edward, que fue nuestro ángel.

Con él fuimos a hacer muchas rutas de senderismo y lo gracioso es que siempre empezaba contando sobre la gente que había muerto en el lugar, sobre las posturas en las que nos teníamos que colocar si empezaban a caer rayos, etc.

En el volcán Corazón, luego de firmar una hoja y dejar un contacto de seguridad, me dijo con tranquilidad: “Aquí ha muerto mucha gente, pero a nosotros no nos va a pasar nada”.

Día de Muertos en Mixquic

Mixquic es un lugar famoso en Ciudad de México por la celebración del Día de Muertos.

Para llegar a Mixquic agarramos metro, tren y dos autobuses.

Mixquic estaba lleno de gente y la vibra era increíble.

Alrededor de las 6 de la tarde decidimos volver a nuestro hotel porque el camino de regreso era largo y no queríamos volver tan tarde porque la zona del hotel era un poco fea.

El regreso fue una auténtica locura.

Nos unimos a un grupo de locales universitarios que también se regresaban y fuimos a la parada del autobús. Luego de media hora esperando y que no saliera el autobús, optamos por los autobuses que no son de línea, lo que ellos llaman camión.

Pasó el primero y vimos que el conductor tenía la cara pintada de calavera y una de las chicas dijo que no nos subiéramos.

Como el autobús de línea todavía no salía, les dije que nos subiéramos en el siguiente camión.

Ahí mismo se hizo un atasco de tráfico por lo que estuvimos casi una hora sin movernos.

Unos empezaron a gritar que devolviera el pasaje.

Yo empecé a silbar, el resto del autobús empezó a silbar también.

El conductor se bajó a discutir con el policía de tránsito y cuando se subió de nuevo yo empecé a aplaudir y el autobús entero me siguió con los aplausos.

Íbamos muertos de risa.

No sé cuánto tiempo después el autobús por fin arrancó y yo empecé a gritar de felicidad, todos me siguieron en los gritos.

Llegamos a la estación de metro y como teníamos que comprar el ticket, perdimos al grupo de universitarios.

Como yo me había pintado la cara de catrina, todo el mundo se me quedaba mirando.

Corrimos al metro y nos volvimos a encontrar al grupo de chicos, no se imaginan la risa.

Luego de no sé cuántas horas, llegamos sanos y salvos al hotel, con la sensación de que había sido un día increíble.

Este día en Mixquic prevalecerá en nuestra memoria como uno de los días más locos y divertidos de todos nuestros viajes.

“Solo me faltaba pedir limosna en México”

El primer viaje que hicimos a México íbamos en plan mochilero.

Hoteles baratos, transporte público, caminar mucho.

No se imaginan en los lugares en los que nos metimos. Un día cuando comentaba que no me podía creer que no había inseguridad después de que nos habíamos metido en las peores zonas, Diego me dijo “Es que somos los más pobres de México”.

En el primer autobús para ir de Xochimilco a Mixquic, solo se podía pagar con monedas y nosotros solo teníamos billetes. El conductor nos dijo que pasáramos y que le pidiéramos a alguien que nos diera cambio.

Una chica nos cambió el billete y nos dio monedas.

Diego casi llorando de la risa me dijo: “Solo me faltaba pedir limosna en México”.

Otro momento épico de nuestros viajes.

La traumática llegada al hotel de Bogotá

Llegamos a Bogotá a las 3 de la mañana y como no teníamos internet, decidimos contratar un taxi oficial para ir al Hotel Tequendama Suites.

El taxista enseguida empezó a decir que nos había salido muy barato y se pasó todo el tiempo hablando del dinero y de la propina.

Cuando estábamos cerca del hotel según lo que Diego veía en el mapa, el conductor se empezó a meter por calles muy tétricas y nos empezamos a asustar.

A un punto incluso se atravesó un indigente en el medio y el taxista frenó.

No se imaginan todas las cosas que pasaron por mi cabeza. Yo ya estaba pensando en cómo hacer para, aunque sea agarrar los documentos personales y escapar, pensaba en que nos iban a secuestrar, en que me iban a violar.

Llegamos al hotel casi con un ataque cardiaco.

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