Hola a todos,
En septiembre de 2022 Andrea, una chica que había estudiado en el colegio conmigo, nos visitó y trajo a Luna. Ese día estuvo como loca de aquí para allí sin hacerle caso a nadie.
A inicios del 2023 Andrea nos la dejó un fin de semana y la trajo el viernes por la noche. Luna se portó horrible y era incontrolable. Todo la alteraba, ladraba, quería morder todo lo que hacía ruido.
Como nos parecía que iba a hacer mucho frío afuera, la dejamos dormir en nuestro cuarto, al lado de la cama. Esa noche estuvimos horas para que se pudiera dormir porque por cada luz o cada ruido, se ponía a ladrar como loca.
El domingo siguiente la llevamos a dar un paseo de varias horas y cuando regresamos a la casa, parecía otro perro completamente diferente.
No parecía extrañar a sus padres.
Desde el primer momento yo fui su preferida de los dos. Me vigilaba y se ponía histérica si yo me iba lejos.
Otro fin de semana me pidieron que la cuidara porque tenían que ir a Madrid. Me la dejaron un sábado en la mañana e inmediatamente la llevé a pasear para que luego en la casa estuviera calmada.
Se revolcó en un pescado muerto a orillas del río por lo que tuve que bañarla y se quedó afuera todo el día. Como aun apestaba a pescado muerto, no la volví a meter a la casa. Fue la mejor decisión ya que estando en el jardín, se comportaba excelentemente y tenía más libertad.
Cabe destacar que Luna fue comprada simplemente porque les gustaba la raza y lo habían visto en una película.
No habían investigado qué necesidades físicas y psicológicas tendría su raza, lo que es un gravísimo error.
La consecuencia es que Luna, una Jack Russell, con mucha necesidad de ejercicio físico y atención, está en una familia en la que ni la sacan a pasear ni le hacen caso.
Además, su familia acostumbraba a encerrarla todas las noches en un cuarto oscuro y muchas veces durante el día en un garaje sin darle ningún tipo de atención. Por lo cual desarrolló un trauma de apego emocional, y tenía una gran subida de estrés a quedarse sola y se hacía pipí dentro de la casa.
Debido a estas subidas de estrés constante y toda la tensión que esto genera en el organismo del perro, la presión sobre la vejiga aumenta dando una falsa sensación de necesidad de hacer pipí.
Como se podrán imaginar, luego de tanto encierro y tanto abandono, Luna se escapaba cada vez que podía, lo que traía como consecuencia que le pegaran cada vez que la encontraban.
Se dan cuenta de lo traumatizada y maltratada que estaba la pobre Luna.
A nosotros, luego de investigar por qué Luna era como era, se nos partía el corazón de que estuviera todos los días encerrada y cuando salía, era porque se escapaba.
Un día llevamos la a hacer senderismo, era su primera vez en la montaña. Ustedes no se imaginan la felicidad que tenía. El primer día caminamos 6 horas, casi 30km. El segundo día, 15km.
Luna solo descansaba cuando llegaba al carro y cuando se bajaba, era como si su energía estaba de nuevo al 100%.
A finales de julio cuando finalmente compramos el carro, comenzamos a buscar a Luna para llevarla de paseo casi todos los fines de semana. Lo malo es que ella ya sabía que cuando la buscábamos era para ir de paseo y era una locura de tanta energía y felicidad.
De hecho, cuando íbamos a buscarla, si nos entreteníamos hablando, se ponía histérica a darle golpes a la puerta de la desesperación que tenía por irse.
El primer día la llevamos a Ponte de Lima y estuvo horas con zoomies.
Luego fuimos a Sistelo donde se revolcó en excremento de vaca y tuvimos que meterla en un pozo y en el río para poder limpiarla. Allí aprendió a nadar y a partir de ese día, nadar fue su pasión.
Luna siempre hacía alguna de las suyas, por lo que cuando salíamos sin ella, todo era extremadamente tranquilo y hasta aburrido.
También la enseñamos a ir en el paddle board.
Aunque en su casa lógicamente era un perro incontrolable debido al encierro, en mi casa sabía perfectamente que solo podía estar en el jardín y cuáles eran los momentos para pasear, descansar, jugar, etc.
Me llamaba la atención que desde el inicio cuando la llamábamos para que se tomara una foto con nosotros, era super obediente y hasta posaba.
Con nosotros Luna era una perrita totalmente diferente porque salía, recibía amor y atención y los más importante, sabía que nadie la iba a encerrar ni le iba a pegar.
Poco a poco la fuimos educando y le fuimos quitando los malos hábitos que traía de su casa.
Lo único malo que todavía no lográbamos cambiarle es que cuando veía gente con comida, no hacía caso, y muchas veces se desaparecía por irse a lugares en donde la gente estaba comiendo. Luna había sido muy mal educada desde pequeña en ese aspecto y no sabíamos si lograríamos reeducarla.
El 1 de diciembre fuimos a buscarla y teníamos pensado que pasara el mes entero con nosotros.
Los primeros 3 días la dejamos dormir dentro de la casa y fue mala decisión porque Luna se volvió desobediente ya que ella pensaba que podía entrar y salir de la casa cada vez que quisiera. Además, como estaba mudando el pelo, era horrible limpiar luego de que ella dormía dentro de la casa.
Otro problema es que por su trauma de apego emocional, no podía estar sola dentro de un cuarto porque enseguida se ponía a llorar pensando que la íbamos a dejar encerrada como hacían en su casa.
Al final, le compramos una casita y un calentador de cama para que pudiera dormir afuera.
El mes entero con ella fue duro porque un perro implica una gran responsabilidad de pasearlo mínimo 2 veces al día, darle atención, y, sobre todo, mucha más limpieza de la que normalmente hacemos en la casa. Pero Luna tenían un comportameinto tan impecable que hacía que valiera la pena todo el esfuerzo.
Cabe destacar que Luna siempre era la sensación. En todos los lugares la gente se volvía loca al verla y la abrazaban. Cuando la llevábamos a hacer paddle boarding, hasta la policía marítima le tomaba fotos.
A mediados de diciembre tuve que ir a Valencia y se la devolví a sus dueños. Horas después aparecieron diciendo que Luna tenía el ojo hinchado y que era nuestra culpa. Les dijimos que Luna estaba perfecta cuando la dejamos (teníamos videos para demostrarlo), pero que de todas formas la llevaran al veterinario y nosotros cubríamos los gastos.
Ahí se molestaron porque «ellos no tenían tiempo para llevar a Luna al veterinario». Me quedé en shock.
Al día siguiente cuando me iba a Valencia, pregunté cómo estaba Luna y simplemente me respondieron «mejor».
Cuando le escribí a Andrea un par de veces no me respondió y ya entendí que ellos en su cabeza se habían montado quién sabe qué película y se habían molestado porque les incomodaba tener que llevar a su mascota al veterinario.
Era una situación muy extraña porque estaba claro que Luna les estorbaba, pero aún así no se la daban a alguien que realmente pudiera darle el hogar que necesitaba.
Les pedí las llaves de mi casa y cuando me las tarjeron, sus sonrisas hipócritas fueron bien incómodas. Nunca entendimos qué fue lo que se les pasó por la cabeza, pero lo único triste es la vida que la pobre Luna seguiría teniendo.