Hola a todos,
Decidí hacer un post solo para hablar de nuestra experiencia en este hostel porque fue demasiado horrible.
Desde hace bastante tiempo decidimos que no nos íbamos a quedar más nunca en hostels por dos razones:
- No puedes confiar en las reseñas. Los que van a los hostels son en su mayoría personas «muy felices», por lo que siempre ponen reseñas buenas, aunque esté todo dé asco. Además, es gente que en mi opinión no le da mucha importancia a la limpieza. Hemos comprobado que un hostel siempre va a tener buena puntuación, aunque esté mugriento.
- Siempre están sucios. Del punto anterior, caemos en que casi todos los hostels están asquerosos. Lo mínimo que pido es limpieza y en estos sitios, ese mínimo requisito no se cumple.
En Costa Rica, en general, las calidades para los alojamientos son pésimas. Cuando en muchos sitios por $20/30 por persona encuentras opciones decentes, en Costa Rica te quedas en un rancho mugroso que se cae a pedazos. Imagínense que la habitación que pagamos a $30 por persona la noche en Costa Rica nos equivalía a la que pagamos en México por $5.
En Santa Teresa lo único que había eran hostels y los que se llamaban “hoteles” tenían las mismas calidades. No habiendo más opción, reservamos en el Hostel La Posada.
Llegamos a la recepción y la chica que nos atendió estaba despeinada, mal vestida y con las uñas llenas de mugre.
Me acordé de cuando estuvimos en Koh Rong Samloem, donde en toda la isla los “hoteles” eran gestionados por “voluntarios”. Es decir, el hotel busca gente que trabaje a cambio de una cama y comida para ahorrarse el tener que pagar un sueldo de acuerdo a la ley. Por lo que los mal llamados hoteles funcionaban desastrosamente ya que estos “voluntarios” lo que hacían era estar tomando cerveza todo el día.
Además, la figura de “voluntario” como se deben imaginar, está incorrectamente utilizada ya que un voluntario cumple un rol social y genera una mejoría con su trabajo. Aquí lo que tenemos es al empresario ahorrándose dinero a cuesta de gente a la que le da igual cubrir o no necesidades básicas.
De hecho, luego nos enteramos de que en este hostel, lo único que le daban a los “voluntarios” era una cama en un cuarto compartido con baño también compartido. Ni siquiera la comida.
Hicimos el check-in y tuvimos que esperar en la recepción a que la habitación estuviera lista. Algo curioso es que aquí fumaba todo el mundo por todas partes cuando en Costa Rica está prohibido fumar en casi todos los sitios (incluidos hoteles, playas, parques naturales, etc.). Como además de fumadores eran sucios, no había silla o mesa en aquella recepción que no estuviera llena de ceniza de cigarro. Además, las camas y las hamacas estaban negras de mugre. La cocina también era antihigiénica y para colmo, luego nos dimos cuenta de que los gatos lamían del chorro y del filtro de agua.
Subimos a la habitación y parecía limpia en comparación con las áreas comunes del hotel. Las sábanas estaban llenas de agujeros de quemaduras de cigarros y los controles de la televisión y aire acondicionado, estaban rotos y sucios. Tuvimos que pedir toallas y papel higiénico porque no había en la habitación.
Desde el primer momento, todo lo que podía fallar en la habitación, falló: luces, agua, controles, etc. Cuando reclamabas en la recepción, subían al cuarto, pero tampoco resolvían los problemas.
La primera noche vimos a un chico de estos “voluntarios” que no sabía ni cómo hacer un plátano frito y le dije a Diego que esperaba que aquel incompetente no fuera el encargado de hacer el desayuno al día siguiente. Efectivamente, era él quien estaba en la mañana haciendo el pobre desayuno: una panqueca requemada, un pedazo de piña, un cambur y un café rancio.
Desde que desayuné ahí por primera vez, me empecé a sentir mal del estómago. Como venía con gripe no le di mucha importancia porque pensé que era todo lo mismo.
Esa primera mañana, saliendo del hostel, me picó una avispa gigante de esas que tienen el cuerpo negro y la cabeza roja.
Durante toda la estadía hubo siempre problemas con el agua, por lo que era un reto bañarnos y lavarnos los dientes. Incluso cuando había agua, la presión era terrible. Además, no había limpieza diaria por lo que los potes de basura estaban más que desbordados.
Este hostel había sido comprado por un uruguayo y un argentino. Claramente no tenían ni idea de lo que hacían y milagrosamente, tenían todavía huéspedes. El argentino más o menos intentaba resolver las cosas, aunque lamentablemente era muy incompetente y el uruguayo estaba siempre drogado.
Aquí no había una persona normal contratada y pagada para trabajar. Todo lo hacían los “voluntarios” y así funcionaba aquel lugar.
Desde el día en que llegamos, estuvimos contando las horas que quedaban para irnos al siguiente destino. Incluso pensamos en cambiar el plan del viaje para irnos antes de tiempo, aunque perdiéramos el dinero.
Yo me quedaba impresionada de lo increíblemente absurdo que era aquel lugar y más aún, de que estuviera en funcionamiento. Estar allí era como estar viviendo una escena surrealista.
Tenían un 4.5 de puntuación en Google y en Tripadvisor; las pocas reseñas negativas eran las que contaban realmente lo que era aquel hostel. Por lo que, una vez más, me queda claro que hay que guiarse por las reseñas negativas.
Alrededor de 15 días después de haber estado en este hostel todavía seguía con malestar estomacal y con los mismos síntomas que tuve allí desde el primer desayuno. Hablé con mi médico y me hice los exámenes pertinentes; resulta que tenía Giardiasis.
Cuando puse la reseña negativa, la respuesta fue que ellos eran una familia y allí se iba a socializar; que si no nos gustaba socializar, que nos fuéramos a un hotel. En este contexto, socializar significa fumar marihuana. Deberían preocuparse por mejorar en vez de justificar la mediocridad. Se puede ser familiar y sociable sin dejar de ser limpio, higiénico y decente.
En definitiva, recordaremos siempre la estadía en este hostel por su falta de hospitalidad, su inexistente higiene y limpieza, el mal funcionamiento de todo y de sus dueños que eran unos completos incompetentes.