Hola a todos,
Este es un post muy especial porque les voy a contar sobre un perro maravilloso que conocimos en Bahía Drake.
Nuestro primer día en Bahía Drake fuimos a hacer un trekking a través del bosque húmedo para llegar a la Playa San Josecito. El sendero es largo y dice en algunas guías que se puede llegar a San Pedrillo, que es donde empieza el Parque Nacional Corcovado, pero son más de 7 horas caminando.
Por lo que nos pusimos como meta llegar a San Josecito para poder ir caminando y regresar en el mismo día. Si se hace de noche por el bosque, te arriesgas a perderte o que te ataque algún depredador.
Luego de 2h30 llegamos a un río, pero la marea estaba muy alta para cruzarlo con las mochilas. Decidimos esperar a ver si bajaba un poco. Al rato vimos que se aproximaba una pareja con un perro; se metieron al río y casi se los lleva la corriente.
El perrito que venía con ellos cruzó el río, vino a donde estábamos nosotros y se sentó en los pies de Diego.
La chica nos dijo que el perro se conocía todos los caminos de Bahía Drake, que los había acompañado desde el pueblo hasta San Josecito y que ahora seguramente se quedaría con nosotros porque estaba cansado. Se veía que le causaba mucha tristeza que no volviera con ellos.
El perro lloró un poco cuando vio que la pareja se alejaba.
Vimos que la marea no bajaba nada, sino todo lo contrario, así que decidimos volver e intentarlo al día siguiente más temprano.
Michael, un muchacho que acampaba al lado del río, nos contó que el perro era de un hotel del pueblo y que siempre andaba recorriendo los senderos. Decidimos llamarlo Josecito como la playa.
Emprendimos el camino de regreso y Josecito iba más rápido que nosotros por lo que en algún momento desapareció. Pero cuando nos quedaba una hora para llegar al pueblo, salió corriendo a nuestro encuentro super feliz de vernos. Nos acompañó el resto del camino y se quedó en el pueblo jugando con otro perro.
Fuimos al hotel a dejar las cosas y luego de almorzar, bajamos un rato a la playa. Allí estaba otra vez Josecito, quién decidió acompañarnos de nuevo.
En la playa, se puso a corretear a una especie de pato y casi hace que se ahogue. Decidimos intervenir para que Josecito lo dejara tranquilo.
Luego había un montón de aves comiéndose una cabeza de pescado y Josecito salió corriendo, las espantó a todas e hizo pipi sobre la cabeza del pescado. Nosotros nos moríamos de risa porque era demasiado “badass”.
Luego del atardecer, empezamos el regreso hacia el hotel, Josecito se fue a sentar con otros turistas y allí se quedó.
La sorpresa fue que luego de cenar, nos lo encontramos en la puerta de nuestra habitación ¿Cómo había llegado hasta allí? Le di agua y le puse una de las alfombras de la habitación al lado de la puerta. Allí se quedó dormido toda la noche.
A la mañana siguiente desayunó con nosotros porque le dimos galletas y bebida de soja.
Fuimos de nuevo a hacer el trekking del día anterior y esta vez Josecito se quedó en una de las playas del inicio del sendero.
Luego no volvimos a verlo.
Nos enamoramos de Josecito porque es el perro que cualquier humano quisiera tener. Pasan los años y siempre nos acordamos de él; siempre tendrá un lugar en nuestro corazón.