Hola a todos,
Hoy les quiero contar un poco más sobre la casa, sobre los accidentes de Diego desde que llegamos a Porto y por qué decidimos poner la casa en venta.
En posts anteriores les conté la odisea que fue hacer obras en la casa y el trauma que hemos pasado luego de darnos cuenta de que nos habían estafado en la venta de la casa.
Además de esto, a Diego parecía que le había caído una maldición desde que llegó a Porto.
A los pocos días de haber comprado la casa, fuimos a caminar al Parque Oriental y Diego se cayó de la forma más tonta que se puedan imaginar. A pesar de que fue una caída tonta como nos puede pasar a todos, Diego se raspó todos los brazos y las piernas. Además, se hizo muchísimo daño en el dedo gordo y estuvo un par de semanas sin poder caminar bien. Tenía el dedo como un chorizo.
La médica de Familia le mandó RX y no lo tenía roto. Aun así, el dedo se le quedó raro y no volvió a poder flexionarlo bien.
Cuando estábamos en pleno pico de ansiedad por el problema de las obras y con todas las ilegalidades de la casa que íbamos descubriendo, más semanas sin poder dormir de la preocupación, una noche estoy en el cuarto y escucho golpes en la escalera, cuando voy a ver me encuentro a Diego tirado en el suelo en posición fetal porque se había caído por las escaleras.
Yo lloré de risa intentando levantarlo del suelo.
Cabe destacar (para su defensa) que en ese momento estaba barnizando las escaleras por lo que había que ir de dos en dos en los escalones y Diego se tropezó en ese proceso.
Con todo lo que nos había pasado, a pesar de que yo amaba la casa, se me había quedado ese trauma en la cabeza de que yo sentía que en cualquier momento iba a ocurrir una tragedia, incluso tenía miedo de que se me cayera el techo encima. Además, teníamos una sensación de que ya la casa tenía mala vibra y quizás era simplemente lo traumatizados que estábamos. Por esto, estábamos valorando poner la casa en venta.
Ese día que Diego se cayó por las escaleras, cuando logró levantarse y recomponerse, dijo “Esta casa está maldita, hay que ponerla en venta”.
A partir de allí colocamos la casa en Idealista por un precio que nos permitiera ganar un poco de dinero para luego invertir en otra cosa (y lógicamente recuperar todo el dinero y tiempo invertido). Lo que teníamos claro es que luego de tantos problemas, ansiedad, noches sin dormir y gastos de abogado, no íbamos a perder dinero con la venta de la casa.
En marzo, un viernes por la noche Diego iba caminando descalzo y le dio con el dedo meñique a una caja que estaba en la cocina. Se quedó unos minutos apoyado en la pared retorcido por el dolor.
El pie se le hinchó y se le puso morado, pero pensamos que no sería nada grave ya que le había pasado lo mismo en el dedo gordo y no se lo había roto.
El sábado siguiente fuimos a hacer senderismo y al final Diego ya no podía del dolor del pie. Cuando estábamos yendo hacia la carretera para pedir el Uber, de una casa salieron casi 10 perros ladrando y uno de ellos le mordió la pierna a Diego.
Cuando le subo el pantalón, le estaba saliendo mucha sangre y ya ahí por mi mente pasó de todo, hasta que se iba a morir de rabia.
Salió el dueño del perro y al ver que habían mordido a Diego, dijo que iba a traer alcohol para desinfectarle la herida. Esperamos dos minutos y nos fuimos.
Cuando estábamos llamando al UBER para ir al Hospital, vino el dueño de los perros con el alcohol y yo le dije que era algo grave y que teníamos que ir a urgencias. El señor nos llevó al centro médico y luego nos trajo a la casa.
Aun así, me quedó pendiente poner la denuncia porque estamos hablando de una persona que está con el portón de su casa abierto con casi 10 perros agresivos por donde pasa una ruta de senderismo. Afortunadamente Diego tenía pantalones de trekking, porque si no, le arranca el trozo de pierna.
A las dos semanas, como Diego seguía con dolor y el pie hinchado, aprovechamos que teníamos cita con la médica de familia para que le mandara una radiografía.
Al día siguiente le dijeron que tenía el dedo roto y fuimos a urgencias por si le tenían que colocar un yeso. No le colocaron nada, pero tuvo que estar casi un mes de reposo.
A inicios de mayo también tuvo que ir a urgencias porque se le hinchó un ojo que casi no lo podía abrir y era una alergia.
Cuando hablábamos de todos los accidentes que había tenido, recordamos que en junio de 2021 cuando estuvimos en Porto por primera vez, el último día a Diego se le metió algo en el ojo y fue a urgencias apenas llegamos a Valencia. Tenía un pedacito de metal clavado en el ojo.
En primavera, que fue cuando redacté este post, también recordamos que en invierno, cuando llevábamos una semana de lluvia sin parar, una madrugada el intercomunicador/telefonillo empezó a sonar solo y lo hizo varias veces hasta que decidimos desconectarlo. Esa noche fue muy creepy.
A pesar de todos los problemas y de la mala suerte de Diego, esta casa era un upgrade importante con respecto a nuestras casas anteriores y más aún si tomamos en cuenta los alojamientos que encontramos como nómadas digitales. Este upgrade y las cosas buenas que tenía la casa, se nos habían olvidado por tantos problemas y malas experiencias.
En primer lugar, estaba enamorada de la tranquilidad. Estar en la casa y no escuchar nada, es un gran privilegio.
Viniendo de España donde no podíamos dormir por el ruido de los vecinos y de Latinoamérica donde no se podía dormir por el ruido del tráfico, parecía que la casa de Porto fuera como un pequeño paraíso.
Mi vecino de al lado era la cosa más adorable que se puedan imaginar y para colmo, hablaba perfecto español. De hecho, era lo único que iba a extrañar de la casa si finalmente la vendíamos.
Yo pensaba en que, si estuviera en España con mi jardín pegado al del vecino, ya me hubiera vuelto loca entre niños gritando, gente escandalosa, múltiples fiestas, etc.
A parte de mi vecino de al lado, el resto de los vecinos de la zona tampoco molestaban. Había momentos específicos en los que podía haber ruido, pero no era nada demasiado molesto. Incluso cuando en la zona vivía mucha gente marginal y que consumía o vivía de la droga, en general era tranquila.
Algo que sí me molestaba es que había algunos viejos borrachos que pasaban frente a mi casa de camino al bar y siempre iban tosiendo y escupiendo gargajos.
También había unas señoras muy buena gente. Una nos ofreció su escalera cuando estábamos pintando y otra estaba super preocupada cuando vio a Diego subiéndose por el muro para pintar la última pared.
Cuando estábamos pintando la fachada de la casa éramos la sensación; todo el mundo que pasaba se quedaba mirando, nos felicitaban por la elección del color de pintura, nos decían que estaba quedando “direitinho” o “certinho”, y nos deseaban que tuviéramos muchas salud para poder disfrutar de la casa.
Les detallo lo que me gusta y no me gusta de mi casa:
No me gusta
- La calle frente a mi casa tiene más tráfico del que me esperaba y, por lo tanto, hay más ruido del que me esperaba.
- Paredes de pladur y malas calidades de la reforma en general.
- Aislamiento térmico y acústico insuficiente.
- Cocina open space.
- Vistas feas.
- Ruido de los motorizados.
- Tiene escaleras (Nosotros queríamos la casa de una sola planta).
- No tenemos ningún supermercado cerca.
Me gusta
- Nuestra casa menos ruidosa hasta el momento.
- Tener jardín y área exterior.
- Tiene buena orientación y es luminoso.
- No tenemos pared con pared con nadie.
- No tenemos vecinos arriba.
- Vecindario tranquilo.
- Tenemos un árbol de nísperos.
- Buena ubicación con dos rutas para caminar a 5 minutos. La zona es muy verde.
Diego me dijo que colocara como un aspecto negativo que teníamos muchas arañas y otros insectos porque teníamos un pequeño bosque detrás de la casa. Para mí esto no es un aspecto negativo porque denota que el ambiente está sano.
Eso sí, cuando volvimos de estar 5 días en las Azores, la casa estaba cubierta de telarañas.
Después de que ya habíamos terminado de hacer todos los arreglos de la casa, yo dije que quería cambiar las mañillas de la puerta porque sonaban y Diego me dijo que estaba obsesionada con las imperfecciones de la casa y que ya en mi mente la casa nunca iba a estar 100% bien. Que siempre se me iba a meter algo en la cabeza y cuando ya lo hubiera arreglado, me obsesionaría con algo diferente.
A pesar de que habíamos decidido poner la casa en venta, la ubicación me parecía ideal. Si en un futuro nos íbamos a otro sitio, quería que fuera a Rio Tinto, Valbom o Gondomar.
En cuanto al aislamiento, en invierno llegamos a estar a 8 grados en la parte de la sala. En las habitaciones se estaba muy bien, pero la parte de la sala/cocina, era una nevera. También es cierto que casi nunca poníamos la calefacción.
Lo bueno es que, en verano, ésa es el área de la casa que se queda con una temperatura super agradable.
Algo que también me empezó a molestar en marzo es el ruido de los motorizados y es que hay muchos subnormales que van con las motos más ruidosas que hay. Cuando me quejaba del ruido, Diego me dijo que necesitaba irme una semana a Lima para recordar lo que era realmente el ruido.
En definitiva, esta casa era el mejor hogar que habíamos tenido hasta el momento y más que suficiente para pasar el verano, que era para lo que la queríamos.
La decisión de poner la casa en venta más allá de las cosas que no me podían gustar de la casa, era por la mala vibra que se nos había quedado después de todos los problemas que habíamos tenido. Era como que teníamos ganas de empezar con buen pie en un lugar mejor. Además, con todo el aprendizaje que teníamos, si cambiábamos de casa, iba a ser para mucho mejor.
Aun así, no estábamos desesperados en vender como sí que estábamos con el apartamento de Diego. Simplemente estábamos abiertos a la opción de vender.
El 5 de abril colocamos el ojo turco que habíamos comprado en Estambul y que se había quedado en Valencia a ver si mejoraba nuestra suerte.
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