Hola a todos,
Una vez que terminamos todos los trámites pendientes en Valencia, nos pusimos a buscar un sitio para irnos por 3 o 4 meses ya que Diego tendría que volver a Valencia en julio.
Llevábamos varios meses con la idea de irnos a Puerto Vallarta, pero me daba cosa que todos los alojamientos que había visto con nuestro presupuesto (no más de mil euros al mes) parecían ranchos. Además, estaba el miedo de que nos pasara como en Tulum, que casi todas las playas estaban cerradas por los resorts.
Queríamos irnos a México ya que es de los pocos países a los que se podía ir en ese momento sin PCR. Luego nos pusimos a ver vuelos y la cosa se complicó ya que si hacíamos escala en Ámsterdam necesitábamos PCR y prueba de antígenos. Si hacíamos escala en París según lo que ponía la legislación, ni te dejaban agarrar el vuelo a México, ni te dejaban entrar a París, ni te dejaban volver a España.
La opción era irnos con Iberia y hacer la escala en Madrid; de esta forma no necesitábamos PCR y en teoría, no había problema. Eso sí, el vuelo salía más caro.
Llevábamos meses siguiendo una comunidad de nómadas digitales que está en Madeira y parecía interesante. Tenían un coworking en el que podías trabajar gratis hasta julio, descuento para alquileres de apartamentos y carros, organizaban excursiones y tenían una agenda de actividades que hacían todos juntos. Además, el PCR te lo podían hacer gratis en el aeropuerto al llegar y tenías que hacer una cuarentena de 24h.
Como tendríamos que volver a Valencia en julio y no podía ir a otros sitios que me parecían más interesantes, le dije a Diego de ir a Madeira hasta julio y ya luego veríamos a dónde nos dejaban ir las restricciones del covid.
Nos hospedamos en Funchal y la mayoría de nómadas digitales se quedan en Ponta do Sol que es donde está el coworking. A nosotros eso nos daba igual porque con la situación del covid, lógicamente no nos íbamos a meter en una oficina con nadie. Además, los nómadas digitales ya habían ocupado todos los alojamientos que había en esa zona.
Nos dimos cuenta de que Madeira era pura montaña y las calles son subida o bajada casi en vertical. De hecho, la pista del aeropuerto es una plataforma de concreto porque no hay un sitio plano en toda la isla.
El transporte público funciona medio bien en Funchal, pero para el resto de la isla es casi inexistente. Solo para ir a Caniço que está al lado, la frecuencia es de cada hora.
Las playas son todas de piedras gigantes. Por lo que eran imposibles para caminar y para bañarse. Luego están unas pocas playas artificiales hechas con cemento y en ésas es donde ves a la gente.
El primer día que alquilamos el carro para poder ir a ver un alojamiento, nos dimos cuenta de que las carreteras son puro túnel. Allí murieron nuestras ilusiones de comprar bicicletas para recorrer la isla. Lo más absurdo es que veías gente trotando y pasando en bicicleta dentro de esos túneles infinitos. Otra cosa era que mucha gente manejaba como loca y más dentro de los túneles; nosotros estuvimos a punto de chocar varias veces.
Lo que también nos llamó la atención de Madeira fueron las fotos que vimos de internet de la gente que hacía senderismo. Hay como 9 o 10 rutas de trekking en la isla a las que solo puedes llegar en carro o pagando el tour.
Por lo que la semana se nos reducía a un paseo marítimo que era lo único que había para caminar o trotar; ni nadar, ni senderismo ni nada. Así a nosotros nos resultaba imposible estar allí una larga temporada. Luego de ver que tampoco teníamos alojamientos como queríamos, decidimos irnos a otro sitio. Incluso las dos semanas que estuvimos se nos hicieron largas.
El día que alquilamos el carro para ir a ver el alojamiento en Estreito da Calheta aprovechamos para ver Machico y Caniçal.
El primer fin de semana como también teníamos carro, vimos las cosas más importantes de la isla.
El viernes fuimos a Porto Moniz y Seixal donde hay piscinas naturales. En realidad, las piscinas tienen poco de “naturales” porque hay mucho cemento. Sí, en Madeira aman echarle cemento a todo.
Seguimos el recorrido hasta Santana donde hay unas casas que son vestigio de construcciones primitivas que se encontraban inicialmente por toda la isla. Ahí estuvimos 5 minutos porque es hacerles la foto y ya.
Luego fuimos a São Lourenço. El día anterior lo habíamos visto, pero ya era tarde para hacer la ruta. Es un trekking de 6 kilómetros en total para llegar hasta Cais Do Sardinha. La ruta llega hasta Ponta Do Furado, pero estaba cerrada por ser muy peligroso. Esto fue lo que más me gustó de las cosas que visitamos.
Al día siguiente emprendimos el camino para hacer el trekking del Pico Ruivo que es el más alto de Madeira. Es una hora en carro desde Funchal. Apenas agarramos montaña empezó a llover y cuando nos faltaban 10 minutos para llegar, empezamos a ver que los carros se estaban devolviendo; nos dijeron que la carretera derrapaba y sería imposible llegar (o muy peligroso).
Regresamos a la casa y cuando dejó de llover fuimos a la Prainha de São Lourenço. Está en la misma zona donde habíamos hecho el trekking el día anterior. Me esperaba pasar una tarde de playa y sol, pero nada que ver, hacía muchísimo frío. Diego se metió a nadar con neopreno, pero yo no tenía ganas ni de ponerme el neopreno del frío que tenía. En la orilla el agua estaba revuelta, pero Diego dice que más hacia lo hondo estaba cristalina.
Al día siguiente partimos hacia Rabaçal para hacer la ruta que llega a una cascada que se llama 25 Fontes. Para llegar al sitio también era más de una hora en carro. Toda la ruta es de las típicas “levadas” y el recorrido fue muy verde. Madeira tiene 2500 kilómetros de levadas.
Luego aprovechamos para ir a Caniço a ver el Miradouro Cristo Rei Do Garajau y con esto terminamos el día.
La segunda semana recorrimos Funchal y fuimos al Jardín Botánico que desde la casa nos costó casi 2 horas caminando y los últimos 2 kilómetros en vertical hacia arriba.
Habíamos visto la Praia Formosa por un lado y eso era horrible, parecía Petare. Luego fuimos por el otro extremo y estaba un poco más arreglado con su paseo de cemento y un par de bares.
Hicimos un último trekking que era lo único que se podía hacer desde Funchal. Desde la casa subimos como media hora en vertical por carretera y luego hicimos la ruta de levadas. Esto no era un senderismo como tal en medio de la naturaleza, pero no estaba mal.
En definitiva, Madeira es un lugar que sabiendo lo que hay, yo ni siquiera voy de vacaciones y para pasar 4 meses como nosotros teníamos planeado, mucho menos. Teníamos demasiadas expectativas y Diego incluso se veía comprando una casa para hacer alquiler turístico.
La comunidad de nómadas digitales está bien para algunas cosas (recomendaciones de alojamientos y taxis), pero si no te alojas en Ponta do Sol, tampoco vas a tener contacto con esa gente y va a ser difícil apuntarte a las actividades con ellos si no tienes carro ya que el transporte público es inexistente fuera de Funchal.
Los alojamientos que vistamos estaban sucios, viejos, tenían poca velocidad de internet o la gente que los alquilaba era poco profesional. Vi algunos sitios espectaculares por 2000 euros al mes, pero era metido en la montaña, lo que significaba tener que gastar otros 500 euros en el alquiler mensual del carro.
Si vives en Madeira, tienes poquísimo que hacer; de hecho, se te reduce a un paseo peatonal que la gente se hace de un lado a otro trotando o con la bicicleta. Hacer rutas largas con la bicicleta es una locura en primer lugar porque casi todo son túneles y en segundo lugar, porque las calles son casi todas en vertical; en muchas da miedo hasta para manejar.
Por último, si vives en Madeira te olvidas de la playa porque todo es piedra o cemento. Si no, es una playa artificial.
De hecho, lo que vimos en los blogs era todo “comer como local” o “beber como local”. Eso les da una idea de lo poco que hay para hacer en la isla.
La última noche hubo una mega tormenta que hasta se fue la luz varias horas. Estábamos asustados de no poder irnos de allí. Cuando bajamos a las 3 de la mañana para agarrar el taxi, toda la planta baja estaba inundada. El taxista que nos llevó al aeropuerto dijo que nunca había visto algo así, que incluso había nevado en las montañas.
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