Hola a todos,
Durante mi estadía en Portugal y luego tantas cosas raras con los alojamientos turísticos, decidí hacer una recopilación de lo más absurdo que me he encontrado viajando hasta el momento.
- Limpieza
Para mí siempre será lo primero y lo “absurdo” es que para muchos alojamientos turísticos resulta algo secundario. Según parece, muchos de los que gestionan o son dueños de esas propiedades viven en sus propias casas entre pelos, polvo y demás suciedad.
Más chocante aún es quedar como la loca cada vez que exiges la limpieza que pagaste. Algo que también llama mucho mi atención es que luego del covid “en teoría” se mejoró la limpieza e incluso se hace higienización, pero te encuentras los sitios más sucios porque la gente cerró el alojamiento por la pandemia y luego lo abrió para dejarte entrar sin siquiera verificar si había que hacer algún retoque.
En este aspecto las peores experiencias en cuanto a alojamientos (u hoteles sucios) fueron en Vietnam y en Venezia.
- El subnormal que me encontré en el Airbnb de Venezia
Esta historia ya la tienen en un post anterior. Además de que el apartamento estaba sucio y no funcionó nunca el aire acondicionado, lo increíble fue el trato que me dio el host ya que, para él, solo con el hecho de alquilarme su apartamento, me estaba haciendo un favor. Como el alojamiento tenía un descuento ya que luego del covid se estaban muriendo todos de hambre, yo tenía que asumir y aceptar cualquier problema que tuviera ya que me había salido “demasiado barato” el alquiler.
Creo que esta es la peor experiencia que he tenido en general y no tanto por los fallos del alojamiento sino por la actitud y la falta de respeto del host.
- Un apartamento hecho para “Dutch people”
En Armação de Pêra alquilamos un apartamento que en las fotos parecía maravilloso. Al llegar, encontramos todos los fallos posibles: mala limpieza, aspiradora que no funcionaba, mocho roto, humedades, moho en las paredes, etc.
Además, en la cama teníamos solo la sábana que cubre el colchón y dos colchas individuales. Le pedí a la host que trajera un juego de sábanas completo y una colcha matrimonial. Para mi no era normal poner dos colchas individuales en una cama doble.
La respuesta que tuvimos es que el apartamento era de “Dutch people” y ellos en Holanda dormían con las colchas así. Cuando les dijimos que nosotros habíamos estado en Holanda y en gran parte del norte de Europa y que nunca habíamos visto una cosa del estilo, cambiaron la respuesta y dijeron que el dueño no iba a aprobar ese gasto.
Atención, una manta nórdica matrimonial en LIDL cuesta 15 euros. Les costaba poco dinero evitarse una mala reseña. Lo gracioso es que de ahí se quedó la frase de “Dutch people” para todo y para burlarnos de la host cada vez que pasaba algo o fallaba otra cosa.
- Rocío, la borracha
Cuando llegamos al alojamiento de Quepos, nos recibió Rocío que era la mamá del muchacho que gestionaba las reservas.
Esta señora se puso más o menos a explicarnos lo que se podía hacer en Quepos y siempre decía “tomarse unos tragos”. “Les recomiendo tal hotel para tomarse unos tragos y ver el atardecer, también tienen otro restaurante aquí en la esquina donde están bien buenos los tragos…” Y así.
Al final la conclusión era que en Quepos no había más nada que hacer que entregarse al alcohol.
Esta es una de las cosas que no se nos olvida nunca. Incluso años después siempre surge alguna conversación tipo: “¿Cómo estará Rocío? Seguro anda tomando tragos en algún bar”, o, “En Costa Rica son las seis de la tarde, seguro Rocío ya está borracha”.
- Tener una ducha que no se inunde es un lujo
En Estambul cometimos el error de reservar el apartamento para el mes entero en vez de reservar pocos días e ir viendo todas las opciones.
Al principio nos enamoró la hospitalidad de la host, pero poco a poco fuimos odiándolo y a final de mes, estábamos desesperados por irnos de ahí.
Uno de los problemas más graves es que el drenaje de la ducha estaba medio tapado y se ponía como una piscina cada vez que te bañabas.
Lo más gracioso es que luego de allí estábamos felices de que una ducha funcionara con normalidad y nos resultaba un lujo. De hecho, el hotel de Cappadocia era malo, pero nosotros estábamos como que “bueno, por lo menos no se inunda la ducha”.
- En Bahía Drake inventamos la secadora ventilador.
Como ya pudieron leer en post anteriores, los alojamientos en Costa Rica eran auténticos ranchos asquerosos.
Un problema muy persistente era la humedad sobre todo por lo mal hechos que estaban los sitios.
En el hotel de Bahía Drake fue lo peor y teníamos todas las cosas mojadas sin saber qué hacer para que se secaran porque para colmo, nos llovió durante casi toda la estadía.
Una tarde agarramos y colgamos las cosas del ventilador del techo y ahí logramos secar las cosas. No se imaginan la risa.
- El “sin diente” de Bahía Drake
En ese mismo hotel de Bahía Drake nos fue a buscar cuando llegamos un hombre gordito que solo tenía dos dientes. Lo más gracioso era que se reía muchísimo y hablaba más que un radio prestado. No tenía ningún complejo con su dentadura.
Toda la estadía en Bahía Drake fue un continuo hablar de los dos dientes del chamo llamándolo “Sindi” o “el vidente”.
- Quédate en una cueva para que vivas la experiencia de que te caiga tierra del techo.
En Cappadocia es típico quedarse en los “Cave hotels” que son hoteles decorados como las típicas cuevas que encuentras en toda la geografía de esa región. Algunos son metidos en cuevas originales y otros son hechos de cemento.
El nuestro pertenecía al segundo tipo. Al entrar a la habitación lo primero que noté era que respiraba tierra y polvo. Luego me di cuenta de que caía tierra del techo por todos lados. Daba igual que limpiaran todos los días, las superficies siempre estaban cubiertas de arenilla.
- El buena suerte y su dueño con uñas mugrientas
Este fue nuestro segundo alojamiento en Costa Rica. Lo que más llamaba la atención es que el dueño era un italiano hippie con todos los dientes marrones, el pelo sucio y las uñas largas y mugrientas.
Era el mismo italiano cochino el que te preparaba el desayuno y no se vayan a creer que el señor se ponía guantes.
- El alemán prófugo de la justicia
En Tortuguero nuestro hotel ofrecía un traslado gratuito que en realidad era un tipo de una agencia que te esperaba en el muelle y te acompañaba caminando hasta tu hotel. La persona te echaría el cuento de los tours que tenían y ya uno veía si los reservaba o no.
A nosotros nos esperaba un alemán esquelético, sucio, con las uñas mugrientas y los dientes podridos. Nos acompañó al hotel y estuvo una hora explicándole a Diego los tours y los precios. No se callaba.
Cuando finalmente se fue, le pregunto a Diego qué tour íbamos a reservar y explotó diciendo que ese tipo no le gustaba nada y que seguro estaba en Costa Rica huyendo de la justicia de su país y que hasta habría matado a alguien en Alemania.
Que Diego tome una decisión y sea contundente en algo de lo que dice es muy raro; así que seguimos su instinto y reservamos con otra agencia y mucho más barato.
- Un guía turístico que no se quiere prostituir
En Tortuguero para hacer el tour de las tortugas preguntamos en varias agencias para ver quién nos hacía mejor precio y nos daba más feeling.
Hubo uno que nos gustó mucho como explicaba y volvimos a regatearle a ver si nos ajustaba el precio. Ahí el tipo se ofendió y nos dijo que para él bajarnos el precio era como prostituirse y que él no se iba a prostituir.
Nos quedamos con cara de locos y nos fuimos.
- Alojarte al lado de un burdel en Berlín
Fuimos en septiembre a Berlín porque Diego iba a hacer el maratón y así aprovechábamos para conocer la ciudad.
Buscamos un hotel barato y cuando llegamos nos dimos cuenta de que estaba al lado de un burdel; por lo cual, todas las noches veíamos prostitutas. Además, en la misma calle había siempre prostitutas y en la salida del burdel vimos varias veces como sacaban a golpes a algún borracho.
El hotel resaltaba también por sus pasillos macabros y oscuros que cada vez que íbamos a la habitación yo sentía que venía un asesino por detrás.
- El hotel de las muñecas malditas
Otra experiencia inolvidable.
La primera vez que fuimos a México era temporada baja y nos dimos cuenta de que no hacía falta reservar y de que salía más barato sin reserva porque con booking.com te cargaban unos impuestos extra.
Así llegamos a San Cristóbal de Las Casas y empezamos a visitar unos hoteles que ya habíamos preseleccionado. Hubo muchos que destacaron por suciedad, pero el ganador fue el hotel de las muñecas malditas.
Llegamos y en la entrada tenía una especie de altar como muñecas viejas y rotas y con un montón de velas. Justo se acercaba la celebración del Día de Muertos así que imagínense aquel espectáculo terrorífico.
Como ya habíamos entrado, seguimos para ver las habitaciones y aquello era el típico hotel de película donde matan a la gente. De verdad, idéntico.
Dimos las gracias y nos fuimos porque teníamos la sensación de que ahí no íbamos a sobrevivir la primera noche.
- Santa Teresa y sus hippies argentinos marihuaneros
Santa Teresa era un lugar lindo, pero mamarracho. Con tanto turismo y no les daba ni para asfaltar la calle principal.
Lo que más llamaba la atención es que estaba lleno de argentinos, pero no argentinos bellos, así como Rodrigo Guirao, sino argentinos sucios mugrientos y marihuaneros.
Había pocos sitios en Santa Teresa en los que no oliera a Marihuana.
De hecho, uno de los dueños de nuestro hotel siempre andaba drogado con esos ojos rojos como si le fueran a explotar.
Yo que adoro a los argentinos, en Santa Teresa los odié.
- El francés que no sabe su propia dirección.
Alquilamos un Airbnb en Eaux-bonnes que parecía muy barato para ser verdad. Lo era.
Tenía auto check in y el día que llegamos nos dimos cuenta de que la dirección estaba mal y hablaba con el tipo por teléfono diciéndole dónde me encontraba para que me indicara hacia dónde ir.
El tipo no entendía y yo pensaba que era por mi francés, pero no, era porque el tipo no sabía la dirección de su alojamiento.
El apartamento dejó mucho que desear, pero lo que no olvidaremos es que nunca nos habíamos encontrado un host que no supiera la dirección de su apartamento.
- Sandwich en moto en Ho Chi Minh
Cuando llegamos al hotel de Ho Chi Minh le preguntamos al chico de recepción cómo ir al banco a retirar dinero.
Nos explicó y al final nos dijo “Vengan que yo los llevo en la moto”. Yo agarré el celular para grabar, pero el chamo me dijo que lo guardara porque me lo podían robar.
Diego se puso detrás del chamo y yo de tercera, por lo que me quedé con las paticas colgando y Diego intentando agarrarme las piernas todo el camino para que no fueran colgando. Se los juro que yo creía que iba a salir volando de la moto.
Cuando nos bajamos en el banco, estábamos muertos de risa porque no nos podíamos creer que en nuestro primer día en Vietnam ya nos habíamos hecho un sándwich en moto con un local.
- La que nos quería vender vestidos
Cuando llegamos al hotel de Hoi, cometí el error de ponerme a ver unos catálogos de ropa y más sabiendo cómo te acosaban en Vietnam para vender. El resultado fue que la chica de recepción se puso a decirme que me podían hacer lo que quisiera en 24h.
Luego de habernos tomado el té y de que había cerrado el catálogo, la chica seguía queriendo venderme vestidos y trajes. Costó mucho poder levantarnos e irnos a nuestra habitación.
- El guía que solo hablaba de senos y penes
Desde Hoi An hicimos un tour para ver las ruinas de My Son.
El guía al principio era muy bueno y hablaba perfectamente en inglés, pero apenas empezamos a recorrer las ruinas la cosa se puso rara. Al ver los diseños del templo, todo tenía muchas formas de penes y senos; esto parecía ser la parte preferida del guía que a partir de allí solo habló de penes erectos y bellos senos jóvenes y firmes.
- El peor cantante/guitarrista de la vida
En nuestra primera noche en Palenque fuimos a cenar a un puestico que estaba al lado de la plaza principal. Justo esa noche había un espectáculo de bailes típicos y la cosa estaba super animada.
Agarramos una mesa desde la que se pudiera ver el espectáculo, pero cuando nos trajeron las bebidas llegó un gringo hippie con su guitarra y se puso a cantar justo en el medio de forma tal que yo ya no pude ver ni escuchar el espectáculo.
Lo peor es que cantaba fatal y se le salían los gallos. Además, no es que cantó un rato y se fue; no, me arruinó la cena entera. Luego íbamos por Palenque burlándonos del tipo que solo cantaba “Otherside” de Red Hot Chili Peppers.
Lo más gracioso es que nos lo encontramos en la calle principal de San Cristóbal de la Casas cantando la misma canción y vestido de marinero. No se imaginan la risa. Menos mal que no lo vimos más.
- El conductor que se perdió por la selva
En Mérida contratamos un tour que consistía en un autobús que hacía las paradas de la Ruta Puuc.
Pasamos al lado de Uxmal y el conductor siguió de largo para meterse por una carretera por la que se notaba que no pasaba nadie hace años porque el bus iba llevando golpe parejo de las ramas de los árboles. Además, se paró a pedir indicaciones a unos motorizados en medio de la nada.
El hombre iba revisando cada rato una hoja que tenía con la lista de los templos que íbamos a visitar a ver si por obra del señor, llegaba a dónde tenía que llegar.
Imagínense la situación ahí en medio de la nada, escuchando los golpes de las ramas, viendo solo verde y con las rancheras a todo volumen. Yo volteaba y me moría de la risa con el resto de los pasajeros porque estábamos todos con cara de estar pensando lo mismo: “¿Qué demonios está haciendo este hombre?”
Al final, una mujer tomó la iniciativa, se puso en la parte de delante del autobús y le dijo al conductor lo que tenía que hacer. Le dijo “que por su culpa ya llevábamos una hora perdidos y que ahora íbamos a empezar por Uxmal, aunque fuera lo último en su lista».
Así, el conductor se quedó callado y la mujer nos salvó el tour a todos.