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Una historia de aparatos, arreglarse los dientes, el cuidado personal y de los que critican a los que se cuidan

Hola a todos,

Hoy quiero hablar de algo que me parece importantísimo: el cuidado personal.

Me acuerdo de que cuando trabajaba en la Embajada de España en Caracas, los chicos que iban de pasantes se quedaban admirados de la higiene del venezolano. Para mi también es algo admirable que el venezolano, sea a la hora que sea que salga de su casa, sale limpiecito.

El nivel de presencia de la mujer venezolana también está a otro nivel. En Caracas por lo menos, para donde ves, siempre están todas las mujeres bellas con su pelo secado, sus uñas arregladas, vestidas impecables y perfumadas. Yo no uso maquillaje porque me parece que con maquillaje me veo peor (o por lo menos con el maquillaje que yo me hago), pero siempre he admirado la presencia de las mujeres venezolanas.

En bachillerato me puse aparatos y fue un sufrimiento terrible lo que me tocó pasar con mis dientes. Pero me los arreglé y luego me hice un blanqueamiento para que me quedaran perfectos. En el colegio casi todos teníamos aparatos, era raro el que no tenía. Porque es algo básico y evidente, que, si tienes los dientes choretos, te los tienes que arreglar. De hecho, cuando fue el boom de los aparatos en Venezuela, todo el mundo se empezó a arreglar los dientes; incluso la gente de 40 y 50 años.

Cuando uno se pone brackets y se arregla los dientes, ya te queda como la fijación de verle los dientes a los demás y de que te resulte molesto ver a alguien con los dientes torcidos (los que usaron brackets, seguro se identifican conmigo).

Cuando fui a vivir a España, el primer shock fue ver demasiada gente (o casi todos) con los dientes sin arreglar e incluso, muchos dientes llenos de sarro en cantidades industriales. Otra cosa que me horrorizaba es que había muchísima gente joven a la que le faltaban muchos dientes. Eso de que se ríen y les ves todos los huecos por los lados, terrible. Pero tiene su explicación, como el dentista no entra en la “sanidad pública”, la gente simplemente no va al dentista. Si tienes una caries, en la sanidad pública te quitan el diente, ni siquiera te lo arreglan. Además, no existe la educación de la higiene dental.

Otra cosa que me impactaba era ver a las chicas con las uñas asquerosas y con el esmalte todo carcomido. Esas uñas que le ves a las chicas en las películas de terror cuando las han arrastrado, les han pegado y han rodado montaña abajo; esas son las uñas que veía yo. Si no te puedes cuidar el esmalte, no te pintes las uñas, simple. ¿No?

También el tema del peso. El Atalanta fue el primer gimnasio en el que me metí cuando llegué a España. En Venezuela, si vas al gimnasio, jamás verás a un instructor gordo. Lógico, su cuerpo es su marketing, por decirlo de alguna manera. Uno va al gimnasio para estar en forma como el instructor. Allí no, los instructores estaban esqueléticos o con unas barrigas impresionantes. De hecho, en otro gimnasio, había un instructor de spinning que tenía como 50 kilos de sobrepeso. ¿En serio? Si eso son los instructores, que queda para los demás.

Luego está una parte de la población que critica y desprecia a la gente que se cuida y hace deporte. Es como un estilo de bullying que hace la gente que no se cuida a la gente que sí lo hace. Una cosa que yo no había visto hasta que llegué a España. O sea, que comer sano, cuidarte tu aspecto físico y estar en forma, es algo que está mal. ¿Cómo?

Me acuerdo de que cuando estaba haciendo el máster, uno de los profesores decía con cara de asco que “¿Cómo era posible que un entrenador personal tuviera perfil en Linked-In? Pues sí, Linked-In es una red profesional y no excluye a los profesionales del fitness. ¿Por qué una persona que nunca ha hecho deporte se permite despreciar y minimizar a una persona que vive de ello?

Los amigos de mi ex se la pasaban hablando mal de los que iban al gimnasio. Empezaron a usar el término “vigoréxico”. Solo por comer sano y hacer deporte, ya parece que te ibas al extremo de la vigorexia.

Los amigos de mi novio son un poco lo mismo. Él está en un equipo de triatlón y por lo general, hace bastante deporte. De los amigos, no hay ni uno que lleve vida sana, ni uno. Viven tomando alcohol, siempre comiendo cochinadas; ya a los treinta años, con unos barrigones terribles. Ahí, Diego es el “raro” que absurdamente come sano y hace deporte. Siempre que se hablaba de alguna competición, de deporte o de lo que comemos, estaban esas miradas como si fuéramos anormales.

Ya no hablamos solo del aspecto físico, que para mí es bastante importante, sino de salud. Una persona con una barriga gigante no está sana. De hecho, son personas que si caminan 15 minutos, ya están cansadas, o que suben unos pocos escalones y ya no pueden respirar.

Yo creo y apoyo totalmente el cuidado personal. Creo que hay que arreglarse los dientes torcidos, ponerse en forma (¿Quién no ama tener un cuerpazo?), quitarse las verrugas, tratarse el acné, etc.

También es un tema de estar contentos con nosotros mismos, con lo que vemos en el espejo. Si un hombre se queda calvo y se siente mal por eso y puede permitirse ponerse un injerto de pelo ¿Por qué no puede hacerlo? Sí así se va a sentir mejor consigo mismo y recupera su autoestima, que lo haga. Aunque vayan algunos tildándolo de “superficial”.

Apoyo el cuidado personal por la calidad de vida ya que, mientras lleve vida sana, voy a estar bien de salud; tendré buena condición física para hacer lo que me gusta, que no es precisamente estar echada en el sofá. Además, me mantendré siempre activa y envejeceré con calidad.

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